En español o en francés, tú nunca me comprenderás del todo», le dice Ninette a Andrés. Ni él, ni mucha gente... Echen un vistazo a otras adaptaciones televisivas y cinematográficas de la obra de Miguel Mihura y lo comprobarán. Pero resulta que no, que Ninette no es pava ni tampoco es una mantis religiosa que se pasea enseñando el liguero.

César Oliva, en el montaje que ha producido La Ruta junto al Teatro Circo Murcia, ha dado verdad a una Ninette llena -como todos- de contradicciones. Y Natalia Sánchez, con su perfecto acento francés, ha creado de su mano un personaje lleno de inocencia y de una sensualidad natural que se mueve entre la libertad y la modernidad parisina y la tradición del vino de Valdepeñas, el cocido y el sonido de la gaita.

A casa de Ninette y de sus padres, dos exiliados asturianos más tiernos que revolucionarios, llega Andrés ávido de aventuras. Nunca había salido de Murcia y, con la cantidad de cosas que quería hacer, no podía imaginar que tampoco lo haría del modesto piso parisino. Ir a un cabaret, dar un paseo por el Sena en Bateau Mouche, ver de cerca la Torre Eiffel, conocer a chicas, disfrutar del amor y la libertad... Su lista de deseos era larga y, bueno, alguno de ellos se cumple incluso la primera noche. Pero la aventura, como casi siempre sucede, no iba a ser como él esperaba.

Todo era demasiado fácil. Llega a París, a la casa en la que se aloja, y la hija de los dueños es una francesa monísima que, de pronto, quiere ayudarle a deshacer la maleta. Los problemas empiezan al día siguiente... Porque si uno quiere vivir una aventura, es sobre todo para poder contarla.

Pero a Andrés, interpretado por un Jorge Basanta que, afortunadamente, renuncia al acento murciano y se aleja del estereotipo de pueblerino y paleto, le tocará guardar el secreto. Primero es la cabeza y el estómago, luego el tobillo... ¿Está enamorado o es tonto? ¿O era que el amor nos vuelve tontos? Sintiendo su agobio y su frustración, dan ganas de darle un empujón cuando mira la puerta que le separa de sus sueños parisinos y por la que entran y salen los demás personajes. Su amigo Armando -cómico Javier Mora-, un gritón pusilánime para quien una aventura es una película rusa y un rato en el bar del barrio, Ninette y Monsieur Pedro y Madame Bernarda, interpretados por Miguel Rellán y Julieta Serrano.

Grandes actores, Serrano destaca en la presentación de su personaje y Rellán, maravilloso, es capaz de hacer reír al público solo cruzando el escenario, de sobresaltarlo con su pasión revolucionaria y de emocionarlo con su nostalgia y su dolor de exiliado.

Todos ellos acompañan, con un estudiado leguaje escénico y gestual, el divertido texto de Mihura, tratado por Oliva con sutileza y, como él dice, con la seriedad que la comedia requiere. Logra así esa verdad de los personajes y sus contradicciones. Las de Ninette y también las de Andrés...

Por un momento, en París, añora su libertad en Murcia, en la España franquista, mirando con tristeza una vez más la puerta que, porque no puede y porque no quiere, nunca traspasa. Pero poco después se escucha la música por la ventana. Y bailan. Es primavera en París pero, ¿quién quiere ya pasear por el Sena? Ay, ¡l'amour!

- «Je t'aime».

- «Y yo».

En el fondo, no es tan difícil comprenderlos.