Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950), exdirector de la Biblioteca Nacional y ex secretario de Estado de Cultura, está dedicado ahora a las letras como filólogo, traductor y, sobre todo, como poeta. «Sin lectores yo no escribiría, porque lo que me interesa de la poesía es ser altavoz de mis semejantes», ha dicho en alguna ocasión De Cuenca, que, como jurado de certámenes literarios como el de Cartagena, da a conocer además a los nuevos talentos.

No es la primera vez que participa como jurado en el Premio Oliver Belmás...

No, llevo ya varias ediciones y estoy muy contento, porque hemos descubierto valores nuevos y también hemos premiado a autores consagrados.

¿Qué busca en la poesía como lector?

Originalidad y emoción, sobre todo lo segundo, que es aún más importante. Si un poema no tiene emoción, malo.

¿Y qué ha encontrado en la poesía como escritor?

La manera de expresar lo que tengo dentro; estoy muy contento porque es una forma de explicarte a ti mismo y va muy bien para el ánimo de las personas que podemos hacerlo, es muy terapéutico.

¿Mejor que un psicólogo?

Al menos, más barato.

Ha sido galardonado recientemente con el Premio Nacional de Poesía, que le hizo especial ilusión...

Es algo con lo que soñamos todos los escritores, sé que es muy azaroso y casi milagroso que te lo puedan dar, porque concurren muchas obras y no se puede decir que un autor lo merezca sobre otro, porque depende de muchas variables y conjunciones, pero me hizo muy feliz ganarlo.

Cuando lo recibió dijo que miraba el mundo desde un punto de vista poético, ¿no deberíamos todos tener esa mirada?

Sí, pero yo soy de los que piensan que el poeta nace y no se hace, concurre en una serie de personas y esas personas a veces son capaces de escribir y otras no. Se puede ser poeta y saber mirar el mundo desde ese prisma sin haber escrito una línea en toda la vida.

¿Y cómo esta ese mundo?

Muy impresionado con los recientes acontecimientos en París, pero debemos pensar que en todo momento histórico se han sucedido las tensiones y nos han acribrillado, siempre ha habido matanzas y es difícil cambiar esa parte cíclica de la historia.

¿Tiene una visión positiva, entonces?

Claro, quiero pensar que no vivo en el peor de los mundos posibles.

Ha dicho recientemente que aún confía en la Vieja Europa, ¿de veras cree que no desaparecerá?

Espero que siga, al menos mientras yo viva, porque no concibo un mundo con una Europa desmoronada, sería terrible.

En Cuaderno de vacaciones, con el que le otorgaron el Nacional, refleja «las turbulencias del ser humano», pero en algunos poemas desde el humor, ¿es importante no perder el sentido del humor?

Siempre con ironía y humor, el humor es lo que nos salva; lo que nos diferencia de los animales es nuestra capacidad de reírnos, esa ha sido siempre nuestra mejor arma.

Decía que el Premio Nacional de Poesía era su asignatura pendiente, ¿cuáles tiene ahora?

La vida siempre es mucho más divertida cuando nos quedan asignaturas pendientes, pero prefiero no ponerles nombre.