Lleva actuando desde niña, haciendo bolos desde los trece años en más de diez grupos y su voz, con la que canta a Edith Piaf, Albert Pla, Leonard Cohen y, claro, a Silvia Pérez Cruz, ha ido conquistando a crítica y espectadores día a día. Los enamoró del todo tras ganar el Goya por el tema principal de la película Blancanieves y con sus dos últimos discos, 11 de noviembre y granada -así, en minúscula- junto a Raúl Fernández. El próximo sábado, Silvia Pérez Cruz (Gerona, 1983) volverá a sorprender en la inauguración del Cartagena Jazz Festival con su nuevo proyecto, Entre cuerdas, en el que canta versiones de autores de diferentes estilos y temas propios con arreglos de Javier Galiana de la Rosa, Joan Antoni Pich y ella misma. Estará acompañada por Miguel Ángel Corderoin (contrabajo), Elena Rey y Carlos Montfort (violines), Anna Aldomà (viola) y Joan Antoni Pich (violonchelo). Dice que cada vez que actúa en la Región, su madre le recuerda que sus bisabuelos eran mineros de La Unión.

¿Cómo surgió el proyecto de actuar con un quinteto de cuerdas?

Comenzó como un encargo del Auditorio Nacional de Música, donde invitan a artistas que no hacen música clásica para que hagan algo especial. En principio me propusieron hacer 11 de noviembre [disco que Pérez Cruz dedicó a su padre] en acústico, pero pensé que, aunque fuera para un solo concierto, no quería hacer algo rápido para salir del paso. Llevaba ya tiempo pensando en adaptar algunas de mis canciones y otros temas de diferentes estilos con un quinteto de cuerda; hicimos los arreglos y pedí al chelista y al contrabajo que me acompañan en mi banda que buscaran otros tres músicos. Trabajamos muchísimo y lo dimos todo, aunque fuera para un día, porque ese es mi concepto de trabajar, y además nos gustó tanto que lo llevamos de gira y hemos actuado en Madrid, Gerona, Francia y aún seguimos.

¿Y cómo es su voz arropada por las 'cuerdas'?

Un quinteto puede sonar más clásico, pero la intención última es la canción y que esta llegue a la gente. El formato ha quedado como pequeños cuentos con diferentes temas y estilos que a lo mejor los espectadores de otro modo no escucharían. A nivel personal me gusta mucho porque es como si fuéramos uno. Los músicos son una continuación de mí o yo de ellos. Puedes investigar y romper los límites de un estilo o de un registro.

Flamenco, jazz, fado, ¿es incapaz de 'encasillarse' en un estilo?

Para mí no tiene sentido, a mí me gustan las canciones... La música es un lenguaje universal, aunque sea flamenco o bossa nova, aunque sea en español, portugués o catalán, al final se habla de las emociones, del amor, del desamor, de la muerte y a veces de la amistad. A lo largo de mi recorrido he intentado buscar mi propio lenguaje a través de los distintos estilos, es como buscar los vestidos en los que te sientes más cómoda, pero todos ellos están unidos por la emoción. Y si a mí no me emocionan, soy incapaz de interpretarlos o cantarlos.

Y trasmite de tal modo las emociones que muchos de sus espectadores acaban emocionados y llorando, ¿cómo consigue contenerse para no acabar igual?

Le suelo dar muchas vueltas, pero es algo que no puedo controlar y es cierto que a veces ves llorar a los espectadores o vienen al camerino y te cuentan cosas íntimas. Siempre hay conciertos más catárticos que otros pero sí que suele suceder. Yo procuro no llegar hasta ese punto, porque no podría cantar. Lo que intento es trasmitir lo que pienso del amor o el desamor, pero no pensando en mi presente o en mi propio desamor, sería imposible. Encima del escenario estoy abierta y soy muy sincera y creo que es lo que hace que la gente se abra; si hablas de verdad, te contestan con verdad y hay un intercambio de verdades que, desde el escenario, se nota, desde el público no lo puedo saber, porque yo no lo vivo, pero una vez una espectadora me dijo '¡Has cantado mi pena!', en general, no se refería a una concreta... y pensé lo bonito que era cantar a las emociones que sentimos todos.

Su voz ha conquistado a la crítica, al público y es abrumador los halagos que recibe, ¿cómo mantiene los pies en el suelo?

Hay dos cosas. Primero porque desde que tengo uso de razón estoy cantando y he estado rodeada de artistas, por lo que admiro a mucha gente y, a la vez, me dedico a esto sin prisa desde que a los trece años hice mi primer bolo pagado. Mi padre cantaba y para mí es una manera de vivir, es lo que da sentido a muchas cosas, pero tiene sentido si cada paso que das tienen coherencia. Y, además, para mí es muy importante la gente que te rodea, la gente que te dice las verdades y en mi familia y mis amigos son personas auténticas y sinceras. Yo tengo una hija a la que dedico mucho tiempo y, al final, estás rodeada por la familia. Quizá lo más difícil sea gestionar lo que la gente de fuera dice de ti, pero yo me siento muy igual, tengo los pies en el suelo porque soy muy consciente de mis limitaciones y porque sé la calidad de los músicos que hay y a los que admiro.

Entre otros, a Gino Paoli, con quien actuó en La Mar de Músicas, también en Cartagena, ¿cómo fue la experiencia?

Le conocí en Roma, donde grabamos un tema juntos. Es un personaje muy curioso y cuesta llegar a él, pero durante la grabación y después no paramos de reír y él se fue abriendo, y ahora cada vez que actuamos es una verdadera risa; es una alegría que alguien como él quiera cantar contigo.

Dijo hace poco en una entrevista que le gustaría poder descansar un poco, ¿lo ha conseguido o no para?

En agosto siempre me tomo vacaciones para estar con mi hija y además he estado de mudanza. Acabo de terminar la música de la película con la que llevo tres años trabajando, pero sí me gustaría, cuando termine los conciertos de Entre cuerdas, y después, que me voy a actuar solo con la guitarra a Noruega, hacer un parón para reencontrarme conmigo misma y respirar.

¿Cómo ha sido la experiencia de participar como compositora de la banda sonora y como actriz en Cerca de tu casa? ¿Cómo va el proyecto?

Ha sido todo un aprendizaje; empecé con el guionista buscando el sitio para cada canción, componiendo la música y haciendo los arreglos, fue mucho trabajo... Y luego como actriz. Yo al principio no quería, pero Eduard Cortés me insistió y al final me di cuenta de que era una oportunidad de unir lenguajes diferentes, la música, la danza, las palabras... Para mí ha sido un experimento y he trabajado mucho para que quedara digno. Al final ha sido brutal, porque el proyecto me llegó en un momento en el que estaba cansada y había perdido un poco la confianza en mí misma y de repente te ofrecen un trabajo para el que no tienes ni idea; entonces me reencontré con la Silvia Pérez Cruz niña, aquella que iba preguntando qué tiene que hacer y cómo lo tiene que hacer llena de ilusión por aprender algo nuevo.

La película es una historia sobre los desahucios, ¿el tema también la animó a participar?

Sin duda esa fue una de las grandes razones. Estoy muy comprometida a nivel artístico y ahí había una historia de la que yo quería dejar constancia de que eso ha sido verdad, que ha ocurrido. Al final de la película hay un desahucio y de extras participaron miembros de la PAH [Plataforma de Afectados por la Hipoteca] de Cataluña y fue emocionante, porque te contaban algunos de ellos que lo habían vivido tal y como se rodó la escena. Es importante hacer películas con este tipo de historias para que no se olvide que estas injusticias sucedieron e intentar que no vuelvan a ocurrir.