Treinta y cinco ediciones alcanza el Cartagena Jazz Festival, que comienza esta sábado y se prolongará hasta el 22 de noviembre con un ecléctico cartel por el que pasarán artistas de la talla de Kyle Eastwood, Cassandra Wilson, Joe Lovano, John Scofield o el flamante Premio Nacional de las Músicas Actuales, Jorge Pardo. Arranca con un programa doble que incluye a Benjamin Clementine (ya estuvo en La Mar de Músicas 2014, en su primera actuación en España, y ahora presenta At Least For Now). Tras Benjamin actuará Silvia Pérez Cruz, presentando Silvia entre cuerdas.

Silvia Pérez Cruz interpreta en este concierto temas arreglados para la ocasión por Javier Galiana de la Rosa, Joan Antoni Pich y ella misma, acompañada por un quinteto de cuerda: dos violines, una viola, un contrabajo y un cello. Una voz como la suya necesita retos; aliar ese diafragma con la guitarra de Raül Fernández Miró fue un riesgo que se saldó con éxito. Silvia y Raül conspiraron para sacar adelante un repertorio de versiones sublimes (osados ellos, rascaron composiciones de varios grandísimos del negocio) y hacerlo brillar con el encanto de la luz titilante, sin estridencias, a la velocidad precisa: ni un trote de más.

Silvia Pérez Cruz tiene varios dones: canta como deben o debieron hacerlo las sirenas en su estado más ideal y genera una empatía ilimitada: es dulce y cautivadora, cálida y envolvente, y posee una maestría envidiable en diversos lenguajes y estilos. Maestría, elocuencia, una exuberancia vocal que provoca asombro. Puede llegar a cualquier sitio, paladear las canciones como si ella fuera una orquesta completa o un coro. A veces, con esa suavidad natural de la joven que burla la comba, parece dirigirse a sí misma: matiza, enriquece, ahonda, hace círculos imaginarios como si redondease los agudos o los graves, va y viene, suspende el aire y transita por el puro virtuosismo con una facilidad apabullante.

Benjamin Clementine actuó por vez primera en España en La Mar de Músicas en 2014. Su historia en la música, según la crítica especializada, acaba de comenzar.

Es la historia de un cantante que empieza en el metro. Pero Benjamin Clementine es mucho más que eso: es un compositor en movimiento. Un showman excepcional. Muchos lo ven como el último músico de soul que alcanzará a las masas, un artista preparado para tomar como rehén el corazón de su público. Su arma de seducción es una receta eterna: piano y voz atípica. En su voz quebrada, en las teclas de piano que acompañan a sus lamentos, hay un hipnótico halo de misterio.

Clementine llega ahora con su primer trabajo, At Least For Now. Cuando se habla de él, se habla, sobre todo, de su historia: cómo dejó la escuela a los 16, tuvo un encontronazo con su familia y escapó de Edmonton para acabar ´homeless´ en Candem. Cómo dos años después, ya en París, siguió durmiendo en las calles, antes de vivir en un hostal. Por mucho que le disguste que sólo le pregunten sobre ello, Clementine admite la importancia de esa experiencia, la de vivir en la calle, en su música y, sobre todo, su forma de cantar, en la que aún resuena la desesperación de aquellos días.

En Cornerstone, su primer disco EP (sólo tres canciones), su voz y un piano eran suficientes para mover fibras profundas. Ahí está todo el sentimiento que ha vivido y que sabe dejar muy claro en sus letras: «I am lonely, in a box of stone, this is the place I know I belong». En diciembre, después de su participación en la BBC en el programa de Jools Holland, de camino a su camerino, se topó con sir Paul McCartney, que se encontraba también en el programa. El Beatle se acercó y le aconsejó, impresionado tras su interpretación, que siguiera con su carrera. Desde luego, pocos músicos principiantes, en este caso ni siquiera debutantes (por entonces Clementine tan solo tenía un EP en el mercado), pueden presumir de contar con la aprobación de Paul McCartney. Clementine es uno de los pocos afortunados.

Un año después de su debut en televisión, concretamente en agosto, Clementine publicó su segundo EP, Glorious You, que cuenta con cortes muy chanson, como Adiós, de juguetón arreglo de piano, muy musical (aquí, Clementine ya se confiesa también fan de Jacques Brel o Edith Piaf), y también incorpora arreglos electrónicos como los de Mathematics, más bien sutiles, o los del sencillo principal, Condolence, su tema con más potencial de cara a las listas dado su movido beat.

Clementine practica un estilo de canción desnuda al piano que ha despertado comparaciones más que merecidas con Antony Hegarty, el cual de hecho impulsó la carrera del británico después de que lo descubriera en la tele por casualidad. Clementine cita también como influencias a Erik Satie, Leonard Cohen o Luciano Pavarotti. Por voz y poderío interpretativo, sin embargo, a quien recuerda unánimemente es a Nina Simone. El músico fichó por Virgin y publicó At Least for Now. Hay algo de verdad en que sigue las huellas de Nina Simone, pero solo el tiempo dirá si todas las comparaciones eran realmente merecidas.