Una casa rodante perdida en una ciudad extrañamente intervenida por pinturas y elementos. Allí llega una mañana Marisa, tenista retirada, buscando a su tía Ada. Quiere retomar su carrera deportiva tras treinta años de internamiento psiquiátrico, consecuencia del supuesto suicidio de sus padres después de una estrepitosa derrota en la final de un torneo infantil. Marisa necesita conservar la rutina, pero se encuentra una casa con ruedas pinchadas. Es la casa de Ada, una ex cantante de rock que vive en estado casi catatónico, sin ningún interés en conectar con el mundo real y mucho menos con su desconocida sobrina. Este es el duro argumento de Dínamo, la última propuesta del director y dramaturgo argentino Claudio Tolcachir, quien escribió la obra con miembros de su grupo de teatro Timbre 4, Lautaro Perotti y Melisa Hermida, también directores del montaje.

Daniela Pal, Marta Lubos y Paula Ransenberg, que interpreta a una inmigrante que utiliza la caravana a escondidas de las otras dos ocupantes, protagonizan esta obra que se representa hoy en el Teatro Circo de Murcia y que tiene en común con las anteriores obras de Tolcachir su predilección por los personajes marginales, gente que vive al margen de la sociedad y «mira desde lejos a las llamadas personas normales, sin entender muy bien cómo consiguen ser felices tan fácilmente», según explicó el dramaturgo en Gerona.

Según aseguró, le conmueve y necesita hablar de «un mundo que avanza y deja fuera a mucha gente», pero en sus creaciones da a los personajes una oportunidad: «La mayoría acaba descubriendo que su propio mundo, lejos de los parámetros de los demás, es también interesante».

Las similitudes con sus anteriores trabajos terminan ahí. Dínamo se distancia de la palabra y el texto que sobresalían en Tercer tiempo y Emilia, entre otras, y opta por «el silencio, los cuerpos, las imágenes y las acciones» para sostenerla.

Este adelgazamiento del texto ha supuesto para Tolcachir «un proceso largo y angustioso», en el que ha tenido que trabajar «sin los bastones de apoyo usuales» y se ha visto obligado a buscar otros agarraderos.

La música, la escenografía y los movimientos de los personajes ganan protagonismo en esta obra, que pretende que los espectadores descubran a las tres mujeres a través de la observación, como quien espía a un vecino y deduce quién es y qué hace a través «de sus acciones, su ropa y otros pequeños detalles».