Siempre ha sido muy consciente de lo que se juega con este segundo trabajo.

Sí. Bajo esa premisa y esa amenaza he vivido estos dos últimos años. Mucha gente me advertía de que me la jugaba con el segundo álbum; compañeros de la música que tienen muchos discos y que han pasado por la montaña rusa que es cualquier carrera, me decían que podría permitirme fallos en un futuro, pero no en el segundo disco.

¿De dónde nace el título del álbum?

Viene de mi afición por los títulos largos, sugerentes y que evoquen algo. También por mi carácter cinéfilo y lector. He escrito este disco bajo la influencia de la misantropía, con ese sentimiento de rechazo hacia todo lo que tiene que ver con el género humano. Leo mucha prensa, me informo demasiado. Y eso provoca que esté enfadado con el mundo todo el día. Pero no quería manifestar ese estado de rabia en el disco. No soy un tipo tan oscuro. Entonces intenté centrarme en cómo salvarnos, desde mi punto de vista, de todo lo peor del humano; que es amando. Algo que sigue siendo muy primario, inocente y no está corrompido. Lo único inocente que nos queda a los que poblamos este planeta es amar.

¿Todas las nuevas canciones son de amor?

En las canciones trato de describir el mundo a través de historias mundanas. He escrito mucho en hoteles, porque he estado de gira todo el tiempo, y en el disco hay muchas historias que tienen que ver con el baile sentimental que provoca estar viajando y conociendo a gente durante tanto tiempo. Y también hay espacio para aquello que me mantiene tenso y con rabia. Por eso también hay historias que tienen que ver con lo peor de la sociedad. Algo que me impacta muchísimo es la falta de empatía que hay en las fronteras. Y el maltrato sistemático de los seres humanos por su pasaporte. El próximo single del disco, Tu enemigo, que he grabado con Juanes, habla precisamente de eso. Y no lo escribo desde el sofá de mi casa mirando las noticias, lo escribo porque las últimas veces que he ido a los Estados Unidos me han tenido encerrado cuatro horas en una habitación por llamarme Pablo López; me han quitado la documentación y el teléfono móvil, me han hecho mil preguntas, me han dicho que no era músico, que les estaba engañando... Y me he llegado a sentir un delincuente, con ganas de volverme para España y no pisar aquello.

¿Mejor ni le pregunto por lo que piensa de Donald Trump?

Puede parecer oportunista, pero te juro que escribí Tu enemigo una semana antes de las declaraciones de Trump, que está representando todo lo que dice la canción: todo lo más denigrante del ser humano y, además, desde un punto de vista caprichoso; de niño rico y despeinado que quiere dominar el mundo. Quiere hacer de una tierra un coto privado sin sentido. Es absolutamente intolerante. Y me da mucha rabia.

¿Es necesario que la música española viaje a Los Ángeles o Miami para dotarla de una calidad que aquí parece inalcanzable?

Rotundamente no. Cuando me propusieron grabar fuera dije que no era necesario; este país está lleno de grandes músicos de sesión y grandes estudios que trabajan de una manera excelente. La explicación para desplazarme es que llevaba un par de años en un círculo vicioso positivo de trabajar dentro de mis fronteras y con la misma gente. Y se me propuso esta idea con la idea de salir de mi zona de confort, lo que me daba la oportunidad de poner mis canciones en manos de gente que no me conocía. Y también por la inspiración, que se multiplica cuando estás en un sitio lejano y, además, donde se han grabado discos míticos con los que he llorado.

¡Diga cuáles!

En los estudios East West de Los Ángeles he grabado en la misma sala en la que se grabó el Pet Sounds, de los Beach Boys. ¡Y he usado el mismo piano! También se grabó allí el California Dreamin', de The Mamas and the Papas, y algunas partes del Thriller, de Michael Jackson.

Dijo en el pregón de la Feria de Málaga que su decisión de dedicar su vida a la música nació durante un concierto de Serrat en La Malagueta al que acudió con nueve años. ¿Qué pasó esa noche?

Yo ya tenía una relación importante con la música y tocaba algún instrumento. Además, tuve la suerte de escuchar música de lujo en casa. Fuimos a La Malagueta a ver a Serrat y sentí esa energía cuando se apagan las luces. Después salió Serrat y se tiró tres horas cantando y contando historias. Yo era un niño que bien podría haberse aburrido, cansado y quedado dormido, pero me fui con ganas de más. Y pensé que, como objetivo de vida, quería ver desde el escenario lo que acababa de ver desde el público.

Un objetivo que ha cumplido...

No he tocado aún en La Malagueta... Pero sí es verdad que ese momento, cuando se apagan las luces, lo he vivido en la anterior gira.

¿Qué piensa cuando observa en algunas ceremonias musicales, como los Video Music Awards de MTV, que la música resulta finalmente lo menos importante?

No soy nadie para juzgar lo que quiere el público. Detrás de estos eventos hay grandes empresas que estudian mucho qué hacer. A mí me gustaría no tener que vivir con añoranza, porque a veces parezco un idiota, pero pienso en cómo sería esta gala en el 1977 o 1978, y no me la puedo imaginar así.

Risto Mejide le llamó «pianista de cruceros»...

No soy rencoroso. Soy capaz de filtrar con el paso del tiempo las malas formas. Y si te digo la verdad, ahora que he vuelto a ver los vídeos de Operación Triunfo, creo que me dolió lo que dijo porque había dos o tres cosas en las que tenía razón. Además de lo de pianista de crucero, me dijo que era una marca blanca porque cantaba de todo. Y tengo que reconocer que intenté definirme muchísimo en mi carrera para intentar no ser aquello que él me dijo.

O sea, que le ayudaron sus críticas.

Sí, lo que pasa es que él las vestía de insulto. Y cuando hay insultos no atiendes a razón. Si me lo hubiera dicho de buena onda... Pero ahora que han pasado ocho años, escucho cosas que me decía y tenía razón.