Vive en Huesca, donde trabaja como policía. Ha sido el organizador de las dos primeras ediciones del concurso literario nacional Policía y Cultura y ha escrito numerosos artículos de prensa. Coordinador del Festival Aragón Negro, Esteban Navarro (Moratalla, 1965) presenta mañana en Cartagena La puerta vacía (Ediciones B).

¿Policía/escritor o escritor/policía? ¿En qué faceta se encuentra más cómodo?

En Huesca me suelen presentar como un policía que escribe, aunque considero que esa definición es algo simplista. Yo me defino como policía, escritor y amante de las letras. Las dos facetas se retroalimentan y conviven en una simbiosis perfecta. Gracias a mi profesión conozco los entresijos de la investigación policial y puedo escribir desde dentro.

¿Qué busca con la escritura?

Es una necesidad imperiosa de contar cosas. Vivimos en un mundo apresurado donde ya nadie dispone del tiempo suficiente para escuchar a los otros. Por eso escribo: para trasmitir esas cosas que quiero contar, pero en forma de novela.

¿En qué se parece su día a día con el día a día de sus historias?

Hay muchas coincidencias. En alguna entrevista me he oído decir que uno tiene que escribir de lo que conoce. Ciertamente haber vivido experiencias dentro de la policía me ha aportado la perspectiva necesaria para recrearlas en las novelas.

La puerta vacía, tercera novela en la que participa Diana Dávila. ¿Es una trilogía o una saga? ¿Tenía en mente esta tercera entrega cuando escribió las otras dos?La puerta vacía

Son novelas independientes, pero con la misma protagonista. Huyo del concepto de trilogía o saga, porque no identifico mis novelas con esa nomenclatura. Diana Dávila nació literariamente en La noche de los peones y fueron los lectores los que hicieron que perviviera al hablarme de ella en los clubes de lectura a los que asistí.

¿Cuál es el motivo de trasladar a Diana a Murcia?

Lo cierto es que el traslado de Diana obedece a algo muy habitual en la policía nacional cuando se asciende. Su movilidad ha sido debida a que Diana asciende a oficial de policía y debe, forzosamente, escoger otro destino. Pero he aprovechado esa tesitura para experimentar en otra ciudad como Murcia, donde existe una distancia muy amplia entre poblaciones sin urbanizaciones intermedias, como ocurre, por ejemplo, en zonas costeras.

¿Qué tipo de engranaje mental hay que tener para, primero, imaginar La puerta vacía y después encajar todas las piezas del puzzle y no acabar loco? ¿O si acaba...?

Hay que ser metódico y ordenado, ante todo. Suelo esquematizar mis novelas y estructurarlas de manera que sepa en cada momento dónde están los personajes y qué están haciendo. Aunque no utilizo ningún programa específico, sino que escribo sobre hoja en blanco, sí que me voy dejando notas en medio para revisarlas posteriormente. Hay cierto paralelismo entre escribir una novela policíaca y una investigación: secuencia, orden y previsión.

¿Encuentra diferencia entre lo policíaco y lo policial?

La encontraba, pero han surgido muchos y buenos autores que van haciendo converger esas diferencias para que el género policíaco sea cada vez más preciso.

He leído lo siguiente en una de sus entrevistas: «La puerta vacía, una novela protagonizada por Diana Dávila, una joven policía (...) y que aquí colaborará por tercera vez conmigo». Me gusta el verbo colaborará. ¿Sus personajes tienen vida propia?

Por supuesto. Diana está viva y me ocurre como al personaje de Niebla de Miguel de Unamuno, que de vez en cuando viene a verme y me dice si está conforme o no en su papel dentro de la novela. En este sentido es la propia Diana quien actúa y yo escribo lo que va haciendo.

¿Sangre o psicología? ¿Cuál es su método preferido a la hora de matar?

No me gusta el cine gore y mucho menos la literatura sangrienta. Los policías sabemos que las muertes donde el asesino se ensaña con su víctima obedecen a un motivo pasional y por eso, precisamente, el asesino se atrapa a las pocas horas. En el cine negro de los años cincuenta o sesenta el policía siempre se interesaba por saber si la víctima tenía dinero o si su mujer mantenía relaciones con un amante. Herencias y pasiones. Dinero y amor. Pero ahora todo es mucho más complicado porque el asesino no tiene por qué conocer forzosamente a la víctima. Y al no mediar pasión tampoco tiene que haber sangre. El interés de este tipo de crímenes es que la persona muera, el cómo no importa.

¿Qué no incluiría nunca en una de sus novelas?

Nunca digas de este agua no beberé, ni este cura no es mi padre. En El retrato de Dorian Gray hay una frase que dice algo así como que lo que caracteriza al artista es que no tiene límites. Y ciertamente creo que a la hora de escribir no hay que poner cotos y todo es admisible, el problema es que encaje en la trama.

Como lector, prefiere: ¿libro electrónico o papel?

Las dos cosas son compatibles. Yo leo en papel y en libro electrónico de forma indistinta, según me dé. Esa pregunta es muy habitual y es, salvando las distancias, como cuando apareció la televisión y a algún oyente de la radio le preguntaron: ¿Radio o televisión? Y yo le pregunto a usted: ¿Ha desaparecido la radio? Pues eso, que pienso que durante varios años, al menos de momento, podrán convivir los dos métodos de lectura.

¿Qué manías tiene a la hora de escribir?

Lo primero es que no comienzo una novela hasta que no tengo pensado el título, soy incapaz de escribir en un documento sin nombre. Después no necesito nada más, abro un documento y me pongo a escribir sin pensar demasiado, me dejo llevar por mi intuición. Tampoco requiero un espacio ni una determinada luz. Puedo escribir en cualquier sitio y con mi PC, portátil o, incluso, algunos capítulos los he llegado a escribir con la tablet si en algún momento me ha llegado la inspiración viajando, por ejemplo.

¿Sus planes a corto y largo plazo son?

Voy a seguir con Diana. Me gusta esa chica y, como dijo Víctor del Árbol cuando leyó La puerta vacía, «el instinto me dice que Diana Dávila ha llegado para quedarse entre los lectores, y que sin duda, va a romper muchos corazones.