Demasiados asientos vacíos, va pensando Lali Boamorte mientras paladea su jerez. La azafata avanza por el pasillo y ella recoge su falda volviendo a cruzar una pierna infinita, regalándosela a los ojos del ejecutivo del 9-C. Él va ya por el tercer whisky, y acorta la distancia con cada mirada.

La azafata al fin despeja el pasillo y Lali se levanta, imantando con sus caderas a quien ya la sigue camino de la cabina del baño, engolosinado por debutar en el sexo aéreo. Antes de que se baje los pantalones, Lali le ha hundido en la nuca el agujón que recogía su melena azabache. Mientras se retoca el brillo de los labios, hace sus cálculos para volverse a Madrid en el vuelo golfo del puente aéreo. Benditas crisis bancarias, susurra pensando que aún tendrá tiempo de cobrar su servicio antes de que acabe el día