Juan Carlos Rubio (Córdoba, 1967) se ha encargado de la versión de El abanico de Lady Windermere que, bajo el título de Windermere Club, subirán hoy a escena los actores Natalia Millán, Teresa Hurtado, Javier Martín, Susana Abaitua, Emilio Buale y Harlys Becerra, dirigidos por Gabriel Olivares. La obra habla de las apariencias, los prejuicios y el ´qué dirán´ y está ambientada en un club de salsa de nuestros días. Antes, a las siete de la tarde en la plaza de España, el autor charlará con los espectadores sobre su trayectoria, que hoy será reconocida no sólo por el Festival, sino también por un público «fabuloso».

Usted que es asiduo al Festival de San Javier, donde ha presentado obras o impartido cursos, ¿qué siente al recibir ahora este premio?

No sólo soy asiduo. San Javier es mi ciudad, soy como un hijo adoptivo. Cuando me llamaron me sentí feliz y emocionado, pero sobre todo muy agradecido de haber tenido una relación tan estrecha con el festival a lo largo de estos años, en los que he hecho muchos lazos de amistad no sólo con los profesionales, sino también con el público, que es fabuloso.

Participa, además, en el estreno de esta noche, Windermere Club, como autor de la versión de la obra de Wilde. ¿Cómo se enfrenta a un texto de un gran dramaturgo? ¿Es más difícil que a un folio en blanco?

Pues con un respeto total, porque es un grandísimo autor, pero da más vértigo empezar una obra desde cero, da más vértigo. En este caso es un texto excelente del que he cogido lo que me interesaba, porque Wilde es un autor irónico, mordaz y brillante y yo quería hablar de la importancia que le damos a la imagen,de los prejuicios; un tema ahora de tanta actualidad con tanto escándalo o con fotos robadas en las revistas que son el pan nuestro de cada día. La he ambientado en el año 2015 en un club de salsa de Miami, pero respetando mucho los grandes diálogos del autor original.

Pero no es un musical...

No, los personajes bailan y hay mucha música, pero no cantan. La música es un elemento clave, porque lleva a la obra mucha alegría. Es un montaje muy colorista.

Muy alegre, pero también invita a reflexionar, ¿no?

Claro, para pensar que a veces hay más cosas detrás de la verdady que estamos acostumbrados a juzgar sin conocer todos los detalles.

Y a usted, después de tantos años, ¿le importa el ´qué dirán´?

No me suele importar y suelo escuchar las opiniones de los demás. Lo que molesta son las mentiras, porque la mentira es una cosa y la opinión es otra. Cuando se manipula y se distorsiona la verdad sí me molesta, porque el chisme empieza a correr y no te puedes defender. Pero la crítica no es una cosa que me torture, digamos que estoy humanamente en la media a la hora de soportarlas.

¿Cómo ha sido el trabajo con el director? ¿Le deja libertad?

Gabriel Olivares es un excelente director, si no, no habría querido que montara el texto, pero estoy encantado porque sabe tomarle el pulso a la comedia. Eso de que el autor y el director se llevan mal es un tópico. Gabriel se ha llevado bien hasta con Oscar Wilde.

¿Y tenía en mente el reparto?

No a todos, con algunos ya había trabajado y sobre todo he visto que encajan perfectamente en sus papeles. Sí tenía claro el de Natalia Millán, que interpreta a la extranjera seductora con un pasado turbio.

¿Cómo se viven los aplausos entre bambalinas y, sobre todo, siendo un estreno absoluto?

Pues antes con mucho agradecimiento a que el festival nos haya abierto las puertas y, durante la obra, lo vivo segundo a segundo con el público. Si los espectadores disfrutan a lo largo de la hora y media será mi mejor aplauso.

Tiene varias obras en cartel, ¿está tan mal el teatro?

El sector, por el IVA y la falta de apoyos, no está bien, pero es cierto que el público sigue yendo al teatro. Los tiempos van cambiando y te tienes que saber adaptar, pero lo cierto es que, veinticinco siglos después, el teatro sigue vivo.

Usted comenzó como guionista de series como Farmacia de guardia o Pepa y Pepe, ¿cómo ve ahora la televisión?

Fantástica, muy variada. Cuando yo era pequeño sólo había dos canales y la diferencia es muy grande. Me gustaría hacer más guiones para televisión, pero tuve que dejarlo por falta de tiempo; es un medio muy democrático donde puedes coger el mando y elegir qué quieres ver. Y siempre tienes la opción de no verla.

«La experiencia es el nombre que damos a nuestros errores», decía Oscar Wilde. ¿Cómo va ´de experiencia´? ¿No deberían contar también los aciertos?

Sí, a mí me gusta más la frase «nunca se pierde, se gana o se aprende». Siempre hay que aprender y lo he hecho con cada paso. Tengo una vida fantástica y hasta me dan premios por lo que hago; ¡qué más quiero! Y los premios a lo largo de la carrera te animan, te apoyan y te alientan.