El trabajo que ha realizado Paco Azorín en la dirección de la nueva producción del Festival de Peralada conquistó al público que el pasado fin de semana asistió al Auditorio del Castillo para ver Otello de Verdi, que contó con un reparto de lujo que, de inicio, se ganó a los espectadores.

Estrenada en la Scala de Milán en 1887, Otello volvía a esta cita catalana veinticuatro años después de ser interpretada sobre el mismo escenario por Plácido Domingo. Este 2015, Peralada quería estar de nuevo a la altura y, para esta ópera de cuatro actos con trama shakesperiana, contó con un reparto asombroso encabezado por el tenor norteamericano Gregory Kunde en el papel de Otello, el barítono Carlos Álvarez como Iago y la soprano Eva-Maria Westbroek encarnando a Desdémona.

El director de escena yeclano consiguió mezclar a la perfección las emociones que transmiten los personajes de la obra de Shakespeare sin tocar ni una sola nota de la música de Verdi. Como el propio director definió antes del estreno, este espectáculo ha sido «singular», evidentemente por el reparto, ya que estos artistas solamente actúan en los teatros más importantes del mundo, pero también por la producción, que ha sido fundamentalmente teatral.

Azorín logró abastecer a los personajes de profundidad psicológica y la interpretación de los tres principales papeles fue perfecta.

Las potentes voces de Kunde, Álvarez y Westbroek y una puesta en escena propia del teatro en estado puro fueron más que suficientes para que el público se mantuviera totalmente entregado durante los 140 minutos que duró el espectáculo.

Interpretada en italiano y con pantallas a los laterales del escenario en las que podía leerse la traducción de los diálogos, la ópera no necesitó explicaciones: Otello llega a Venecia después de la batalla contra los turcos, donde lo espera Desdémona, pero Iago urde un plan para que los celos consuman al protagonista y éste mata a su amor creyendo que le había sido infiel. Cuando descubre el error, no soporta el dolor y decide acabar con su vida. Kunde, que debutaba en Peralada, y Westbroek estuvieron sublimes, pero Álvarez, que recibió la Medalla de Honor del certamen en 2012, logró transmitir al público la maldad de su personaje de manera sorprendente y así se lo reconoció el público en la ovación final.

El trabajo del director musical de este Otello, Ricardo Frizza, brilló con luz propia. La parte musical de la ópera corrió a cargo de la Orquesta Sinfónica del Liceo y del Coro del Gran Teatro del Liceo, dirigido por Conchita García.

Azorín llevaba más de un año pensando en esta producción «fundamentalmente teatral», en la que intenta «beber de la fuente original».

Durante la presentación de la ópera dejó claro que es un melómano empedernido y que no tiene nada en contra ni de las composiciones de Verdi ni de su libretista Arrigo Boito, pero en este proyecto quería apostar por dar una especial importancia al primer acto para que el público entendiera mejor a los tres protagonistas -Otello, Yago y Desdémona- y por cambiar la manera de morir de esta mujer, que en esta puesta en escena es ahogada con un cojín, tal como lo escribió Shakespeare.

«Shakespeare y Verdi ni necesitan modernización ni necesitan contextualización, de manera que la acción tanto puede pasar en la época de uno, como en la época del otro, como ahora», dijo Azorín entonces. También comentó que en el primer acto quería recibir al público y luego seguir la metáfora «de cogerlo por la mano, llevarlo hasta otro sitio y acercarlo al núcleo de los personajes y después volar un poco». Y así fue a lo largo de toda la representación.