El cielo respetó el cierre de la 18 edición de Jazz San Javier, que, como afirma su director Alberto Nieto, ha destacado por el gran número de conciertos sobresalientes. Más de 15000 espectadores, muchos de ellos extranjeros, han pasado por las trece sesiones celebradas en el auditorio del Parque Almansa, donde el público acude a escuchar y bailar más que a dejarse ver. Tony Desare, Jackson Browne, Brad Meldhau, Ruthie Foster, Antonio Lizana, Royal Southern Broterhood y el homenaje de Carles Benavent a Chick Corea son algunos de los conciertos destacados por Nieto, que está empeñado en «una renovación generacional del público del festival» y en «avanzar para situar el Jazz San Javier en el mejor contexto posible dentro de los festivales de jazz». Para ello va a necesitar ayuda de las instituciones, que aún no parecen haber tomado conciencia suficiente de la importancia de los festivales de verano en el desarrollo turístico de la región. Recientemente un artículo de El país señalaba a festivales murcianos (Jazz San Javier, La Mar de Músicas, Cante de las Minas y Lemon Pop) como importante reclamo turístico para el verano. Solo desde la ignorancia se puede obviar este hecho. De lo que no cabe duda es de la consolidación de Jazz San Javier en el panorama de festivales europeos y de su aceptación por el público internacional. La 18ª edición ya es historia, y ha vuelto a dejar un buen sabor de boca.

La lluvia retrasó el comienzo, pero no consiguió ahuyentar al público ni deslucir el magnífico espectáculo que ofrecieron el bajista Carles Benavent en un homenaje a Chick Corea (Our spanish heart), producción del festival, y el bluesman Joe Louis Walker, todo un fuera de serie, que dió una auténtica masterclass.

Con Benavent, que estuvo acomañado por su trío y algunos invitados ilustres (Antonio Serrano, Raynald Colom y Tomasito), brilló esa sencillez extrema de los artistas verdaderos. Esa sencillez que traduce siempre un sentido de lo esencial.

Hay que escuchar cómo Carles Benavent pulsa ese elegante bajo modernista de nombre Barcelona, punto de cruce entre lo eléctrico y lo acústico. El flamenco se abrazó al jazz más inspirado; el bajo dialogó con el piano de Roger Mas, y ambos se abren a la sonoridad intensa de la versátil batería de Roger Blavia, que añade al trío sus sabores latinos, africanos. El trío fue abriendo espacio a la armónica de Antonio Serrano y la trompeta de Raynald Colom. Asombroso dominio del duende. Esta banda escapa a toda academia porque su arte son vibraciones de emoción pura y alegría, gestos y silencio.

El afamado pianista Chick Corea incluyó en 1972, dentro de su trabajo Return to Forever, la composición Spain. Este tema es ya todo un clásico del género. Más tarde, el propio Chick Corea publicaría en 1976 un álbum que es toda una declaración de principios: My Spanish Heart, sobre el que se basó este homenaje. Spain, introducida por la armónica de Serrano con una referencia al Concierto de Aranjuez, y Waltz, en esta ocasión marcada por bulerías, fueron las dos piezas que interpretaron de Corea. Recurrieron a Paco de Lucia con Ziryab, que también grabó Corea, y otros homenajes: a Jaco Pastorius, a quien Benavent dedicó su Bluestorius, con la que empezaron él y el batería. Siguió Bailas?, ya con el trio: un número funk con el groove del piano eléctrico. Además hubo homenaje a Jorge Pardo (aunque no lo expresaran de forma tácita), con De perdidos al río, en el que se incorporó Serrano.

El bajo de Benavent sobrevoló la noche con maestría, sin alardes, sin volumen exagerado, pero siempre solvente, con una riqueza melódica de impresión. Sus compañeros de viaje, Roger Mas, un pianista polivalente capaz de dibujar unas atmósferas muy precisas ya apuesten por una línea aflamencada o más jazzy. El batería, Roger Blavia, contundente. De los invitados, Antonio Serrano, un maestro de la armónica, ha tocado medio festival, y casi otro tanto Raynald Colom, un portento de la trompeta que se bastaba él sólo para enardecer al respetable. El singular y simpático Tomasito (el Michael Jackson del flamenco) apareció en Bulería de Paco de Lucía; con su baile nada ortodoxo, rapeando y transmitiendo energía se ganó al respetable. El único bis fue Tirititran catalán, un tema de Benavent que grabó el maestro Chick Corea.

Fue Jelly Roll Morton quien dijo: «si no consigues poner aderezos españoles en las melodías, nunca tendrás el aliño adecuado para el jazz». Ese célebre Spanish tinge es lo que Corea redefinió años más tarde como spanish heart, y su latido se escuchó con placer. Nadie aquí sabe de fronteras. Donde la música, es decir, la poesía, las fronteras se disuelven.

Joe Louis Walker venía por segunda vez a Jazz SanJavier, Ya no es una joven promesa, pero tampoco es tan viejo para considerarle una leyenda. Walker se encuentra en ese periodo de transición, y su nombre suena como un reemplazo de B.B. King o de Buddy Guy. Presentaba su último disco, Hornet´s Nest, sin repetir la formación: una banda rocosa que gustó se y gustó. Walker y su banda se encuentran en buena forma, con un trabajo de guitarra muy elocuente que es respaldado por los teclados con groove de Phillip Young (también sopla el saxo, y hace coros con el resto de la banda), el bajo rockero de Lenny Bardford, y la batería agresiva de Byron Cage. Con un sonido poderoso mostraron un repertorio ecléctico que fue desde un sonido muy cercano al hard rock, pasando por el soul, el góspel, hasta llegar al tradicional down-home blues. Desde la primera nota Walker puso la directa tras arrancar con sus pirotecnias guitarrísticas de blues apasionado e implacable profundidad emocional. Digitó versátil en el blues. Su slide (en algún momento lo ejecutó con una sola mano) estilo ´delta blues´ echó chispas en solos con gusto, rockeó en Don´t let go (un r´n´r de vieja escuela). Se salió en los imaginativos punteos, alternando cánones y frotando una slide sibilina, e hizo guiños a sus influencias: Chuck Berry, Jimi Hendrix, Peter Green, Uncle T-Bone Walker, los Kinks y los Beatles, a quienes citó en riffs o en algunos de sus solos.

También hizo blues tradicional; tras abrir con un frenesí instrumental, siguió con I´m Not Messin´ Around, que puso a todo el auditorio a bailar invadiendo el foso y T-Bone Shuffle, del disco de B.B. King donde él tocaba. En Soldier for Jesus la banda se deslizó hacia el country rock estilo gospel, y Walker creó una sucesión de vibratos con su slide. El blues de Chicago Eyes Like a Cat reafirmó las ganas de bailar, y en Rambling Soul se marcó un solo en plan slide salvaje de New Orleans sobre el bajo del talentoso Lee Bardford. Walker dejó espacio expresivo suficiente a su trío de apoyo, con un largo solo de saxo en la fibrosa If You Don´t Love Me, e invitó a Antonio Serrano, que le acompañó con su armónica en la última parte del show. Se percibía buena comunicación e interacción entre los miembros de la banda, y la música lo reflejó. Una devastadora sesión de blues.