­Hace unos años era un lector empedernido, pero ahora le gusta leer y escribir «a partes iguales». En cinco años, Pablo de Aguilar ha publicado tres novelas. Tras Los pelícanos ven el norte e Intersecciones, por las que ha recibido varios premios, presenta Lo que está por venir, una historia de amistad y traición. El escenario es el Madrid invernal de 1936, cuando las tropas rebeldes que se sublevan contra la Segunda República bombardean la ciudad y el gobierno republicano inicia la evacuación de los cuadros más valiosos del Museo del Prado. En esta arriesgada aventura se verán involucrados Fidel y Lisandro, compañeros de trabajo en el almacén de una importante ferretería y amantes de la pintura.

¿Qué ha sido lo más difícil?

Hablar de una época pasada. Nunca había escrito nada histórico y, al ser muy meticuloso, me resultaba muy difícil saber cómo vestía exactamente la gente; comprobar si una calle seguía llamándose igual... Son datos a los que no estaba acostumbrado y he dedicado muchas horas.

La documentación habrá requerido un exhaustivo trabajo.

Me empapé de exposiciones, compré libros, vi el documental Las cajas españolas... Me documenté todo lo posible, aunque no persigo el rigor histórico. La historia no es una de mis pasiones, pero no me desagrada.

Lo que sí le apasiona son las historias de personajes.

Pero de personajes comunes, no históricos. Alguien tuvo que conducir esos camiones; que restaurar los cuadros; que embalarlos... Esa gente de la que no sabíamos nada es la que me inventé.

Quizás sea lo más creativo.

Es muy motivador cuando un personaje que en principio parece pequeño crece la personalidad de manera sorprendente. Meterme en la piel de otros es la parte más creativa.

También la más atractiva para el lector.

La novela histórica de grandes personajes tiene mucha aceptación y la gente empatiza muy bien. Pero no es lo que quería hacer; prefiero estos personajes que son míos y moldearlos.

Ha sido todo ´coser y cantar´.

Hay momentos en los que la historia fluye y son los mas gratificantes. Cuando sabes la historia, que la ves, que sale de corrido. También ha habido dificultades, pero al ser una afición, no un trabajo, te enfrentas a ellas porque quieres, y eso las hace divertidas.

¿Le ha merecido la pena compaginar trabajo y escritura?

Si no me mereciera la pena no lo haría. Es una afición, una pasión. Trabajo tengo uno para ganarme la vida y no quiero otro. Si me lo tomara así lo dejaría. Cuando uno hace las cosas porque le gustan no mira nada más.

¿Es la mejor de las tres novelas que ha publicado?

Ni que es la mejor ni de la que me sienta más orgulloso. Cada una es distinta, y todas han recibido muy buenos comentarios. Las dos primeras son especiales en cuanto a estilo y lenguaje. Esta parece que entra mejor, que le llega más al lector.

También escribe cuentos. ¿Por qué género se decanta?

La novela se adecúa más a mi forma de contar las cosas. Puedo profundizar mejor en los personajes. También es más sencilla de hacer, antes que un buen cuento. Con una idea tienes para mucho tiempo y para un cuento necesitas muchas más ideas.

¿Qué gran literato le ha servido de inspiración?

Tom Spanbauer, un americano que no conoce casi nadie. Pero los que más me han influido son murcianos: Paco López Mengual, Julia Robles, Elías Meana o Manuel Moyano.

Suena raro que alguien ponga en valor el producto regional.

Al tenerlos cerca, con todos intercambio impresiones, charlo... Me han influido más que cualquier gran nombre de la literatura, a los que he leído pero no los conozco.