­­Javier Sierra es todo un líder en cuestión de best sellers y sin ningún problema de ventas con títulos como El maestro del Prado, El ángel perdido, La dama azul y La cena secreta.

¿Cuál es el secreto para escribir un superventas?

No hay secreto, mis libros se venden porque apelan a las grandes preguntas que todos nos hacemos: quiénes somos, de dónde venimos o adónde vamos.

¿Y se pueden responder de una forma entretenida?

Debe hacerse. El escritor que no tiene voluntad de llegar al lector, que se pierde en sus propios laberintos, no es un escritor, es una mente torturada que busca aclarar el Universo en su texto. Eso no sirve a los demás. Cuando dicen que escribo novelas de género, que no hago literatura mainstream, no piensan en que la primera literatura se escribió con el mismo fin que yo lo hago. El primer libro del que tenemos constancia es el poema de Gilgamesh, de hace cinco mil años, la historia de un rey sumerio en busca de la eterna juventud. Y de eso va mi novela; por lo tanto no es género, es literatura.

Elige siempre un marco histórico. ¿Le gusta la historia o la utiliza solo como un escenario?

Me apasiona, pero todavía me apasiona más descubrir misterios. Lo que yo hago al escribir mi novela es tratar de arrojar luz a los pasajes más ocultos de la historia, que son un terreno muy fértil para el narrador. Ese es el germen de La pirámide inmortal. Nace de un episodio histórico y particular: la noche que pasó Napoleón Bonaparte en la gran pirámide, del 12 al 13 de agosto de 1799. Cuando salió lo hizo profundamente alterado y cuando le preguntan qué le ha sucedido dentro responde que aunque lo contara nadie lo iba a creer, y hasta ahí sabemos. Nunca más volvió a hablar de ello. Él quería asociar su nombre al monumento arqueológico más emblemático del antiguo Egipto. Es un acto de propaganda y al hacerlo se sitúa por encima del propio icono de Egipto y está construyendo su personaje.

Entonces Napoleón fue un gran propagandista, además de militar y estadista.

Él ensayó en Egipto su propaganda bélica, llevó a Egipto a las primeras imprentas, imprimió octavillas en francés y árabe que mandó repartir a sus soldados por todas las aldeas egipcias, presentándose como el salvador que iba a librarles del dominio turco, aunque no tuvo en cuenta el pequeño detalle de que los egipcios no sabían leer.

En la novela presenta a un Napoleón joven.

Cuando comenzaba a trazar su mito.

¿Cómo era?

Un joven de 28 años, con ganas de comerse el mundo, muy lector, sobre todo de los clásicos, y con una impresión muy determinada de que su vida estaba predestinada a algo grande. Eso se lo había inculcado su madre desde su nacimiento. El día en que Napoleón nace en Córcega, su madre contempla un enorme cometa que surca los cielos sobre el Mediterráneo. Mientras Europa lo interpreta como un mal augurio, Leticia Ramolino piensa que es una señal de que su hijo va a ser tan grande como Jesucristo. Eso se lo cuenta al niño una y otra vez y él crece con la sensación de que el destino le tiene deparado algo grande. Cuando es enviado a Egipto, sus anhelos se confirman porque de Egipto han salido los grandes estadistas a los que él admira: Julio César y Alejandro Magno fueron señores de Egipto. Mi novela habla del destino, de cómo existen destinos autocumplidos: creces convencido de algo y ese algo termina llegando.

La frase

  • "Hay un elixir de la inmortalidad que está al alcance de todos y es la capacidad de amar, el amor nos hace inmortales y preserva la memoria"

En torno a aquella noche en la pirámide se desarrolla toda la acción de la novela.

Él entró allí como el general Bonaparte y salió como el Napoleón de la historia. Dejó en Egipto un ejército derrotado por Nelson, con cien mil soldados abandonados a su suerte en el desierto, y en lugar de ser condenado en un consejo de guerra convenció a Francia de que él era el mesías que podía salvarla. La noche en la gran pirámide lo transformó, lo sé porque yo he estado allí.

¿Y?

Estás en la oscuridad, aislado completamente, como en una tumba, enterrado en vida, tienes la sensación de disolverte con la negrura, de estar muerto y cuando sales, atravesando unos pasillos estrechos, tienes la sensación de renacer, de salir del útero de tu madre. Es un rito de iniciación. Yo introduzco un elemento más: Napoleón viaja a Egipto buscando el secreto de la inmortalidad, y planteó una reflexión personal: hay un elixir de la inmortalidad que está al alcance de todos y es la capacidad de amar, el amor nos hace inmortales y preserva la memoria.

Historia, misterio, Egipto... ¿Todo eso es premeditado en sus novelas, con el propósito de escribir un best seller?

No aplico una receta para el best seller. Pienso en qué pregunta quiero resolver, ese es el punto de partida y en La pirámide inmortal es: ¿se puede vencer a la muerte?

Se refería al inicio de esta charla a la piratería.

Sí, es un gran problema y estamos siendo muy cobardes en Europa.

¿En Europa o en España?

Es un problema global. El mundo ha cambiado, las fronteras ya no existen y tenemos que regular a nivel mundial. Hacemos leyes muy provincianas y con eso no se resuelve nada. Como la Ley de Protección Intelectual, que está en el Senado, una ley para burócratas que legisla las sociedades de gestión y de derechos, pero deja desprotegido al autor.