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Primero el drama, luego la comedia y ahora la narrativa infantil, eso es inquietud...

Sí, y creo que voy a seguir con todos los géneros. Será porque sigo teniendo mentalidad infantil (risas) o porque, como dicen de mi generación, somos eternos adolescentes. Soy un fanático de la obra de Roald Dahl (Matilda, Los Gremlins...) y la literatura infantil y las películas me parecen divertidísimas. No sé cómo se lo tomarán los pequeños lectores, pero es una gozada no preocuparte de las críticas feroces.

Pero todos dicen que los niños son los más críticos.

Sí, pero como son tan imprevisibles, puedes decir las cosas muy claras sin pensar si les gustará o no, porque son todo un misterio.

¿Qué le atrae de Dahl?

Sus obras para adultos y también para niños tienen una especie de crueldad, pero siempre con la moral presente... Ese punto es importante porque trata a los niños como personas inteligentes sin intentar darles lecciones. Ellos pueden descubrir por sí mismos quiénes son los personajes buenos y quiénes los malos.

Quizá haya sido lo que más me ha influido de su obra.

Califican ¡Prohibida la ducha! como un libro gamberro. El título va a gustar mucho a los más pequeños.

A mí no me gustaba de pequeño ducharme y le pasa a muchos niños, que disimulan. También tengo el recuerdo del pestazo de algunas clases (risa); la relación con la higiene no está edificada cuando eres pequeño. Y los protagonistas de este libro descubren un mundo con una dimensión paralela en el que las normas son invertidas. No se tienen que duchar, pueden comer hamburguesas, desordenar la habitación... Y todo eso es divertido hasta que descubren sus consecuencias y llega un momento en el que quieren regresar a casa, pero no será tan fácil. Sería en cierta medida el esquema de El mago de Oz.

Esta pandilla de amigos no puede ir de vacaciones en verano por la situación económica de sus padres. ¿La realidad social no se escapa ni en los libros infantiles?

Sería insensible hacerlo. Yo conozco a gente que pasa por eso, pero los niños no conocen bien la situación, no son conscientes del sufrimiento de sus padres. Yo voy metiendo a lo largo de la obra pequeños detalles porque los niños tienen que ir siendo conscientes de lo que sucede.

Los personajes están muy caracterizados, ¿tenía a algún niño en mente?

Conozco a muchos niños y son muy inspiradores. Cuando dejas de serlo, primero te irritan y, de repente, te empiezan a fascinar, porque son personajes increíbles y extraños.

Confesaba usted que fue escritor tardío, ¿qué haría ahora para poner un libro entre las manos de un niño?

Los padres tienen que ser un ejemplo y, sobre todo, descubrir a los niños que la lectura es divertida, más allá de la importancia de una obra u otra.

¿Por qué decidió contar con María Serrano para las ilustraciones?

Impartí un curso de escritura creativa al que asistió y me pareció alguien brillante. Me llamaron la atención sus dibujos y, cuando le propuse que ilustrara ¡Prohibida la ducha!, aun cuando no tenía editorial, ella aceptó, me envió los dibujos y supe que no publicaría la obra sin ellos.

Si usted creara un mundo paralelo, ¿qué prohibiría?

¡La ducha seguro que no! Más que prohibir, creo que obligaría a la gente a pasar un tiempo en la vida de los otros. A los pobres que creen que los ricos son unos cabrones y a los ricos que creen que los pobres son unos imbéciles... Creo que si todos vieran ciertas cosas no sería necesario prohibir nada.

¿Y habría algo que no faltaría?

Cosas que hacer. Aunque en este mundo eso ya existe.