Javier Herrero (nacido, en 1926, en Murcia, en la Plaza de Santo Domingo, que él asegura que es el centro del mundo) es catedrático emérito en la Universidad de Virginia en Estados Unidos. Su labor como estudioso de la literatura española no ha cesado en sus sesenta años de trayectoria universitaria en el exterior (Edimburgo, Duke, Pittsburg y finalmente Virginia), y alguno de sus libros anteriores son de obligada referencia en el hispanismo universal, como Los orígenes del pensamiento reaccionario español, que Cuadernos para el Diálogo, indiscutible referente y símbolo de la cultura progresista de los años sesenta y primeros setenta, editó en 1971 y 1973.

Ahora acaba de publicar en las ediciones de monografías hispánicas de Juan de la Cuesta, en Newark, Delaware, Lorca, Young and Gay. The Making of an Artist (Lorca, joven y gay. Cómo se hizo un artista), un libro de casi cuatrocientas páginas en el que estudia con todo detalle los pormenores de la formación, la educación y el carácter del joven García Lorca. Más de diez años ha dedicado Herrero a reconstruir, sobre la base de numerosa documentación inédita, cómo fue madurando quien se habría de convertir en uno de los más grandes poetas españoles del siglo XX y de todos los tiempos.

Analiza en el libro Javier Herrero los inconvenientes que impedían la completa realización de ese artista que Lorca llevaba dentro: por un lado sus raíces familiares, y por otro su propia crisis espiritual. No era pequeño el obstáculo de la familia, ya que Federico García Rodríguez, su padre, era un agricultor de clase media rural que, con el tiempo, se convertiría en rico terrateniente y empresario cuya astucia y persistencia le llevarían a alcanzar gran poder financiero y político entre la alta burguesía de Granada. Confiaba en que su hijo Federico continuaría los negocios agrícolas, pero desde el principio lo decepcionó el joven poeta, atraído y apasionado por la música y por la poesía. Herrero confirma que el mediocre estudiante de la Universidad de Granada pronto comprendería que era decisivo trasladarse a Madrid en busca del ambiente intelectual más idóneo para poder desarrollar sus particulares aspiraciones artísticas e intelectuales. La oposición del padre a tales aventuras fue total, pero quizá el apoyo de la madre, Doña Vicenta, determinó que don Federico finalmente cediera y le permitiera entrar en la Residencia de Estudiantes, uno de los centros culturales más importantes de Madrid en esos años, convertido en espacio de aprendizaje, formación y realización personal al coincidir en ella con Salvador Dalí, Luis Buñuel, Emilio Prados y otros muchos de los intelectuales que la frecuentaban.

El segundo obstáculo que tuvo que superar para madurar y convertirse en un artista dueño de sí mismo era el espiritual y en particular la conciencia de su identidad sexual. En 1916, Lorca comenzó a escribir con frenesí hasta bien entrada la noche, a menudo hasta el amanecer. Alternó la prosa con la poesía. Llamó a la mayoría de sus poemas en prosa Místicas (De la carne y el espíritu), oprimido por lo que él mismo llamó «la tragedia de la fisiología». Una fuerza monstruosa lo empuja hacia objetivos que quiere rechazar, pero que no puede vencer. En sus textos juveniles, Lorca da la explicación teológica de esta tragedia a través de la imagen de dos estrellas en lucha mortal: la estrella blanca de Jesús, y la estrella roja de la vida. Pero las fuerzas socio-religiosas que dominan la sociedad española, y que luchan en su alma, lo obligan a condenar los impulsos íntimos de su naturaleza, mientras que la pasión por la vida crece para justificar la dignidad de una existencia vivida con un amor puro y natural.

Javier Herrero analiza, con toda clase de pormenores, estos primeros años de Lorca hasta llegar a los principales acontecimientos y experiencias relacionados con sus viajes posteriores a Nueva York y Cuba, donde, liberado definitivamente de las limitaciones y de las presiones sociales que aprisionaban la expresión espontánea de su vida interior, se sumerge en mundos nuevos y más libres. Es el momento en que el yo íntimo rompe, al menos parcialmente, la máscara producida por las convenciones sociales.

Y todo lo demuestra Javier Herrero con su habitual pericia de experimentado investigador basándose en multitud de documentos de la época, sobre todo epistolarios y testimonios escritos de los familiares y amigos más cercanos al joven García Lorca. Consigue con ello aclarar muchos enigmas sobre la trayectoria y, desde luego, sobre la consagración que llegaría a alcanzar García Lorca como artista total y pleno en sus años de espléndida madurez, fatalmente interrumpida por su muerte inesperada y alevosa.

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