Si el tumor fuera un árbol, hasta ahora solo se lograban ver sus hojas, sus ramas y su tronco, pero no las raíces. Son las células madre, que representan a lo sumo el 2% del total del cáncer, pero que son las responsables de su origen y resistentes a la quimioterapia convencional.

Una investigadora viguesa que trabaja en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), la genetista Irene Miranda, ha descubierto cómo identificarlas entre las millones de células heterogéneas que compone un tumor: su brillo. La prestigiosa revista científica "Nature Methods" acaba de publicar los resultados de su investigación, que tendrá una gran repercusión en el avance de los tratamientos oncológicos.

Fue un "brillito de fondo en el microscopio" cuando analizaba una muestra de un tumor lo que llamó la atención de Miranda. Con la supervisión de los investigadores Christopher Heeschen y Bruno Sainz, descubrió que las células madre tumorales contienen un pigmento que las convierte en verdes fluorescentes al acumularse en vesículas intracelulares. Es la riboflavina o vitamina B2, que ahora servirá como marcador específico para poder identificarlas, aislarlas y purificarlas, sin la necesidad de utilizar anticuerpos u otras técnicas más complejas y caras.

Es visible al microscopio sin emplear ningún elemento artificial. "Su autofluorescencia permitirá rastrearlas de una forma fácil, sencilla y barata", asegura Miranda. Ha comprobado su existencia en muestras de pacientes con cáncer de páncreas, hígado, colon y pulmón, pero esta convencida de que es un rasgo característico de todas las células madre tumorales

La importancia de poder localizar y separar a las células madre tumorales radica en que no responden a los tratamientos de quimioterapia convencionales con los que sí se logra eliminar o reducir el resto del cáncer. No solo permanecen, sino que tienen la capacidad de volver a generar el tumor y de penetrar en otros tejidos, provocando metástasis.

El hallazgo supone un notable impulso para el desarrollo de tratamientos oncológicos más eficaces y para el avance de la medicina personalizada. Tras aislarlas en la muestra de una biopsia, estas células podrán ser usadas como "dianas terapéuticas", probando fármacos -nuevos o existentes- o combinaciones de ellos, para dar en el laboratorio con los que sean capaces de eliminarlas, antes de prescribir el tratamiento al paciente. Su bajo coste, permite hacerlo de forma individualizada para cada caso. En el artículo publicado en "Nature Methods" se detalla el proceso que Miranda ha seguido para aislar estas células para que otros laboratorios puedan reproducirlo y avanzar en este campo.

Una vez descubierta la autofluorescencia verde que las visibiliza, los investigadores del CNIO indagan ahora en entender por qué son tan quimioresistentes. Ya tienen algunas sospechas. Miranda explica que carecen de una serie de proteínas que el resto de las células tumorales presentan en sus membranas y que los componentes de los fármacos emplean para identificar el cáncer y atacarlo. Otro de los motivos es que "se dividen muy poco" y algunos tratamientos aprovechan el proceso de partición de las células para destruirlas. Otra de las causas estaría en la vesícula brillante de las células madre, algunas de las cuales tienen la capacidad de retener el fármaco en su interior y, así, protegerse. Estos son solo tres motivos, pero Irene Miranda se muestra convencida de que "hay muchos más".

El estudio, que inició hace cuatro años y medio y sobre el que versa su doctorado, ha sido financiado con fondos de la Unión Europea, el Instituto de Salud Carlos III, el Ministerio de Economía y Competitividad y la Fundación La Caixa.