Amores de fábula

Lugar: Teatro Villa de Molina, Molina de Segura

Fecha: Hoy, 21.30 h.

Precio: 14 euros

«¿Enamorarme? ¡Qué miedo!», dice María Luisa Merlo al otro lado del teléfono antes de soltar una carcajada. Se ríe de todo -bueno, de casi todo-, también de sí misma, esta actriz perteneciente a una de las sagas más importantes de intérpretes en España que ahora recorre los escenarios junto a Juan Calot recitando palabras de amor.

Amores de fábula, que se verá hoy en el Teatro Villa de Molina, es un homenaje al principal motivo de inspiración a lo largo de los siglos y al centro «de todo» en nuestra vida. «Si hubiera más amor, y no hablo solo del de pareja, habría menos crisis; eso seguro», afirma Merlo, que se enamora «de una flor, un perrito, un niño...» pero que asegura haber cerrado las puertas al amor de pareja hace veinte años: «Tengo muchos amigos hombres, pero no tengo ganas de enamorarme, ni me lo planteo... Supongo que es un problema de edad, yo ya no voy a dar más porque tengo ganas de estar sola, con mis libros, mi tele y mi vida».

Ahora no quiere ni oír hablar de eso que predica desde el escenario, recitando versos y textos de Garcilaso, Quevedo, Góngora, Lope de Vega, Calderón, Espronceda, Bécquer o Zorrilla, pero confiesa que el amor le ha dado en su vida «muchos» quebraderos de cabeza. «En pareja he estado mal siempre, oprimida... Soy solitaria y, encima, siempre me han gustado los hombres tan difíciles como yo. Ya era una rebelde cuando las mujeres no lo eran, pero no lo parecía, y los hombres se daban cuenta después de la bendición, cuando ya era imposible salir corriendo». Eso sí, explica que, una vez terminada la relación, sus exparejas tuvieron «una gran amiga». «Siempre he sido mejor divorciada que esposa», sentencia.

Mucho más que un recital

De los versos que recita en Amores de fábula, Merlo se queda con los románticos, «a los que las mujeres les dejaban hechos polvo», dice de nuevo entre risas. Y aunque prefiere los textos que tienen algo de comicidad -«soy cómica»-, dice que lo bueno es combinar esos textos con el trágico amor de Romeo y Julieta, Calisto y Melibea o Don Juan y Doña Inés, un personaje que ahora hace «mejor». «Que soy una monja virgen no se lo cree nadie, pero es un personaje que ahora me gusta más; antes me daba vergüenza y no veía todo lo que encierra... De joven no se ven la mitad de las cosas».

Pero Amores de fábula no es un recital, sino una obra de teatro cuyos protagonistas son dos actores que se reencuentran tras 10 años... «Y ella se lo lleva al huerto», avanza Merlo, quien recuerda «la dificultad de mezclar dramaturgia con versos y no parecer un loco», y destaca el gran trabajo del autor, Eduardo Galán, y del director, Alejandro Arestegui.

La actriz explica asimismo que, en este montaje se recita el verso «de manera coloquial». «Como me enseñó Adolfo Marsillach en la Compañía Nacional de Teatro Clásico -recuerda-, que cambiamos la manera de recitar para que la gente lo entendiera... Porque si no se entiende, ¿cómo le va a llegar al alma a la gente?» Tras este montaje hay gente que le confiesa «que ha llorado y ha reído, que es lo que tiene que pasar en el teatro», un arte que sobrevivirá «porque es la verdad de la interpretación» pero que está sufriendo con esta «crisis eterna». «Decían que el cine y la televisión acabarían con el teatro, pero lo único que se lo puede cargar es la crisis. Estaba aguantando, pero este año ya se ha notado el bajón en Madrid. El IVA ha sido la puntilla, y que no nos digan que aquí gobierna Merkel, porque hace eso con la cultura en su país y los alemanes la estrangulan», afirma Merlo, y mira «con envidia» a EE UU, Inglaterra u otros países europeos en los que «la cultura es una industria». «Para ellos el teatro es como para nosotros los toros», añade.

Y sigue riendo María Luisa Merlo, aunque confiesa que hay «muchas cosas» que le quitan las ganas: «Cada vez que veo lo que pasa... Por eso pongo poco las noticias, porque se me para el corazón. Veo el hambre, los niños y me dan ganas de irme de misionera. Hay días que no sé qué pinto haciendo teatro estando el mundo así», confiesa la actriz, quien, sin embargo, sabe que puede ayudar a la gente encima y cuando baja del escenario. «Con una sonrisa y unas palabras le alegras el día a otra persona, ese es un don que Dios nos ha dado y es una gozada», dice, convencida de que la risa siempre nos salva, que es lo único que a veces nos queda: «Un día, en el Consejo de Ministros, decidirán recortarnos también la risa y entonces sí que estaremos perdidos».