En El libro de los viajes equivocados, Clara Obligado (Buenos Aires, 1950) quería hablar «de las pequeñas historias» -«las grandes ya las han contado otros», apunta-,de historias de amor, de maternidad y también de dolor se mezclan así en este libro de relatos ganador del Premio Setenil. Obligado, que el martes recogerá el galardón en Molina de Segura, se declara «muy observadora» y asegura que «todo narrador esconde a un gran cotilla interesado en las vidas ajenas».

Cuatro años tardó en dar forma a este «libro complejo» en el que trata de reflexionar sobre Europa y su situación actual ofreciendo su mirada de «extranjera, y por lo tanto de testigo particular». «Europa ha perdido el rumbo, he visto construir el Estado del Bienestar que ahora se derrumba y la literatura era una buena manera de lanzar preguntas sobre qué está pasando», explica.

Sin la intención de ofrecer ninguna respuesta -es al lector al que le corresponde esa tarea-, Obligado transmite sin embargo su propia «esperanza en la vida en sí». «Este es un libro de algún modo ecologista, porque pretende pensar al ser humano en el mundo. Nosotros no somos tan importantes, lo importante siempre es seguir adelante y saber ver que la humanidad es fantástica», declara, y alerta de que «instalarse en lo negativo puede ser peligroso».

Va desgranando así en El libro de los viajes equivocados historias en diferentes épocas y lugares; narraciones que, aunque sabe que «el lector es desobediente», recomienda leer en el orden en que aparecen, porque en ellas, en su conjunto, «hay una historia más grande».

Eligió la autora el relato porque «la novela está muy comercializada». «A mí me interesa lo que la escritura tiene de investigación, de diversión y de libertad, y eso es algo que solo se puede desarrollar en los cuentos. Normalmente -prosigue-, si uno quiere ser libre no será comercial, aunque luego hay excepciones como El nombre de la rosa, que es comercial y un libro bueno». Aunque la autora no muestra ninguna preocupación por ello: «Si uno es escritor ya sabe a qué juega, y yo no puedo pretender vender 200.000 ejemplares de este libro porque solo hay en España 3.000 lectores».

Alumna de Borges

Apunta que la diferencia entre la buena literatura y la mayoría de best sellers que llenan las estanterías es «igual que la del artesano y una tienda de ropa de un gran centro comercial», y lo único que puede llevar a un lector a diferenciarlo, a buscar la calidad, es «la formación». «La gente debe ser educada, si falla la base no se puede construir», y alerta de decisiones políticas como «el desmantelamiento del sistema de bibliotecas». «Cuando la gente se cae del sistema es muy difícil recuperarla, habrá una generación perdida», afirma esta escritora que también imparte talleres de creatividad literaria y que sostiene que, a pesar de todo, «la creatividad de los españoles goza de buenísima salud».

A sus alumnos trata de transmitirles la pasión por la lectura, algo que ella aprendió de Borges. «De él aprendí a leer -recuerda-; era un tipo notablemente cercano, siempre te tomaba en serio, te escuchaba, pero en realidad era un profesor espantoso, con su habla anglosajona...».

Escritura de mujer

Tras escribir un libro cuenta Clara Obligado que necesita «tiempo». «Igual que no creo en la literatura comercial no creo en los principios de la literatura comercial... A mí, además, nadie me espera y nadie me paga demasiado, así que mi trabajo es distinto al de otros escritores», explica esta autora que, cuando se topa con algún libro anterior, piensa, «según el humor que tenga ese día, ´qué buena escritora que soy´ o ´qué horrible, ¿cómo pude publicar esto?´».

Dice ser «la persona menos loca del mundo» -«la que escribe es otra persona, no soy yo»-, y tiene claro que los hombres y las mujeres escriben de forma diferente. «Las mujeres nos dividimos entre los personajes que se aparecen constantemente, el cocido, los hijos... No es un proceso tan intelectual porque no tenemos tiempo para escribir, hay que combinarlo con la vida», declara, y lamenta que «los premios casi nunca se los den a mujeres», algo que achaca «a la misoginia» de algunos hombres y «también de las mujeres que piensan como hombres».

Por ello está especialmente orgullosa, porque es «una mujer y, además, extranjera», de recibir en Molina «un premio prestigioso y honesto» al que trata de no darle demasiada importancia: «Ya no tengo edad de creerme las cosas», sentencia.