Cuenta Luis Eduardo Aute (Manila, 1943) que cada vez le cuesta más hablar de lo que hace, aunque se esfuerza, generoso, en dar las claves de El niño que miraba el mar. Piensa, duda, habla con voz pausada, rectifica, recuerda... Y poco a poco da unas cuantas pinceladas de su vida y de la realidad que le rodea, algo que, como siempre, refleja en sus proyectos. El último, un disco y una película de animación que hoy desvela en Murcia.

La criatura empieza ya andar sola... ¿Cómo lleva la independencia de sus ´hijos´? ¿Es un padre hiperprotector?

No sé si soy hiperprotector, pero el padre de la criatura sí. Lo que ocurre es que aún no ha nacido del todo, así que la actuación del Romea será un preestreno. Va a ser un parto prematuro.

Aún no ha salido a la venta el disco, así que adelántenos algo...

Son doce canciones nuevas... bueno, once y media, porque una es muy corta. Y son todas muy distintas, aunque tienen un denominador común que es la reflexión sobre la vida, el sentido de nuestra existencia, el paso del tiempo... Y ese es también el motivo de la película que se proyectará durante el concierto.

¿Cómo surge este proyecto?

Todo está un poco basado, o provocado, por dos fotografías. En una, que me hizo mi padre en Manila en el año 45 cuando apenas tenía dos años, aparezco mirando el mar. Una amiga que apenas conozco me la regaló, coloreada, con unos toques especiales que la hacían muy atractiva y sugerente. Pasó el tiempo y estando en La Habana, en el Malecón, mi hija me hizo una fotografía muy parecida, con la pequeña diferencia de la edad.. Mis hijos me regalaron entonces un montaje con las dos fotos, una idea muy provocativa, y se me disparó la imaginación. Este trabajo es como un encuentro de uno con uno mismo, una reflexión de lo que queda del niño que fuimos unos cuantos siglos después.

¿Nos iría mejor si cuidáramos más al niño que fuimos, si no lo enterráramos tan pronto?

Supongo que sí. Pero la vida nos obliga a ser perversos para sobrevivir en un mundo dominado por una competitividad obsesiva. Parece que la gente honesta, la dignidad, no tiene valor y que los únicos valores que cuentan son los de cambio, los que manejan los bancos. Y esa vida, sometida a intereses económicos, no tiene nada que ver con lo que es la vida de verdad. Y claro, nos queda poco del niño inocente y muchos, demasiados, acaban siendo basiliscos.

El niño y el basilisco es el título del filme... Ganará el niño, ¿no?

Eso se lo dejo al espectador... El final es abierto y cada uno puede interpretarlo como quiera. No me gusta decirle a la gente lo que tiene que pensar. Es una película de dibujos que dura veinte minutos y está realizada con la misma técnica que Un perro llamado dolor, con dibujos rudimentarios, del niño y el monstruo.

En sus dibujos y sus pinturas parece que se ´adivina´ más de su mundo, que salen más cosas que con las canciones. No sé si es así...

Salen otras cosas, no sé... Pero también en la música me reflejo, sería incapaz de hacer cosas que no me afecten, en las que no esté yo. Es posible que en las canciones manifieste una visión más emotiva y sentimental, mientras que en las imágenes me muevo más con conceptos. Pero en todos los casos salen los fantasmas personales.

¿Y qué tal se lleva con ellos? ¿La convivencia va bien?

Bueno, hasta aquí hemos llegado. Estar de pie ya es un triunfo.

Esto de mirar el mar da en parte la sensación de tener la necesidad de huir, de escapar. ¿La tiene muy a menudo?

Sí que refleja el deseo de trascender y salir de un plano concreto y dar rinda suelta a la imaginación. Cuando es el niño el que mira se pregunta por el mundo que hay al otro lado, por lo que le espera... Y lo que le espera al otro lado es ese otro personaje que eres o serás. ¿Necesidad de huir? Claro que la tenemos todos, pero en realidad no te escapas a ningún sitio. Yo cada vez me aislo más, mi barrio es mi isla. Tengo la necesidad imperiosa de huir pero, por otro lado, necesito el contacto con la realidad y todo lo que está pasando me obliga a estar ahí y ser consciente de lo que ocurre. Trato, al menos, de aportar un grano de luz a esta oscuridad.

Hace unos días miles de personas rodearon el Congreso. La situación parece ya insostenible...

Esta situación de ir constantemente a la deriva no va a ningún sitio. Es el horror, una ruina de valores... El Capitalismo está haciendo aguas y esto, como decía antes, no tiene nada que ver con la vida. Es un infierno. Es una olla a presión que va a estallar y debería ser para mejor. El grano purulento hay que explotarlo.

La crisis, la subida del IVA... Con esta situación de fondo, mucha gente está dejando de lado la cultura. ¿Entiende a quien vive sin cultura? ¿Podría vivir así?

La vida es un enigma y el ser humano debe ser curioso. Sin curiosidad el hombre es un cadáver, y la cultura es la herramienta para curiosear, para informarse de otras miradas y perspectivas, saber lo que otros sienten y reflexionan. Sin cultura no es que seamos animales, porque los animales tienen alma, son más sinceros que nosotros, no se contradicen... Sin cultura somos bestias.

Acaba de cumplir 69 años.

¿Por qué me lo recuerda...?

Es un buen número para alguien que siempre ha creído y ha defendido el erotismo. Porque usted es más de erotismo que de pornografía, ¿no? Y no me refiero solo al sexo.

Sí, de erotismo... En la pornografía ya hay dinero de por medio y no es lo mismo, esa es una diferencia clara.

¿Asoma la crisis de los 70 o uno ya ´pasa´ de crisis?

Ya llegará... De momento estoy muy bien instalado en el erotismo.

¿Qué le gustaría ser de mayor?

Me gustaría ser niño. Intento todo lo que puedo que el niño que fui y que aún queda en mí sobreviva al monstruo. Y es curioso como muchos, cuanto más viejos son, más niños se vuelven. Lo ves en muchos poetas, que vuelven a la sencillez, en pintores como Dalí o Picasso... Con los años, vamos recuperando el valor de lo esencial y soltando lastres. Me gustaría llegar a los cien años teniendo uno.