Todos se conocen, se saludan, vienen bronceados tras las vacaciones, irrumpen niños en el comedor público, entre ellos los nietos -César, Alejandro, Almudena- de la dueña estrella de la casa; o sea, del restaurante de Cartagena La Marquesita, así llamado, en diminutivo, porque la abuela de Almudena Ferrer Almansa (58 años, nacida en Málaga y residente en Cartagena, una hija y los antes mencionados nietecillos, empresaria y ama de casa / cocinera) tenía titulo nobiliario. El padre de Almudena fue muchos años el práctico del puerto que elogiara Miguel de Cervantes, «su seguro puerto cerrado a todos los vientos».

Este 28 de agosto de 2012, martes, concluido el descanso estival de dieciséis días, había empezado a primeras horas de la mañana con todo por hacer, igual que en cualquier casa que se precie: limpiar, ordenar, recibir a proveedores con el pescado fresco de la última subasta mañanera, cocinar ella y su joven equipo, recibir a clientes y sus familias, qué morena y qué guapísima estás, hoy todavía no se llena el comedor ni la terraza, todo se andará... Las fiestas de Cartagineses y Romanos se acercan, finales de septiembre, «este año -comenta Almudena- el festival La Mar de Músicas se ha visto reducido, por efectos de la crisis, y las regatas internacionales es que ni se han disputado».

¿Y la hostelería? «Puedo hablar por nosotros pero, en general, el menú del día es lo que ahora mismo está salvando a los restaurantes de Cartagena. La gente se sienta en la terraza, tomas unas tapitas, unos huevos, unas cervecitas, y está cenado». Las noches en los restaurantes clásicos, tradicionales, de precios a tono con el marco, están siendo desérticas, al menos en Murcia ciudad. «Ha cambiado la forma de comer, en este caso de cenar. Ahora se trabaja de diferente manera. Muchísimo menú a mediodía, nosotros lo ofrecemos incluso por las noches y los fines de semana. La gente quiere saber lo que se va a gastar». No desea, Almudena, que la claven, en tres palabras. «Quiere barato, sí, pero al mismo tiempo calidad, presentación y que la atendamos bien. No hacemos distinciones entre servir un menú o a la carta. El mantel es el mismo, el aperitivo tal cual y las galletitas, el dulce y el detalle final, también. Ahora hay que mirar bien, buscar precios, con la frase popular: ponernos las pilas».

¿Cómo te ha afectado la crisis, en qué medida? «En las comidas de empresa se nota mucho. Bautizos, comuniones y bodas se continúan celebrando y nosotras, entre el comedor y la terraza, nos apañamos bien, hasta cien invitados El número de asistentes ha disminuido». A precio cerrado, convenido. «Sí. Sí, para que no haya luego sorpresas».

La Marquesita se inauguró en noviembre de 2002, pronto cumplirá diez añitos. En marzo de 2003, con el rodaje hostelero llevado a cabo estuve en este restaurante que me pareció más el salón comedor de una casa de la clase media, con sus sofás, cuadros, flores, y un cierto encanto.

Me recordó en seguida un célebre establecimiento gastronómico de Bruselas, capital de la Unión Europea, que había conocido: Comme Chez

Sois (Como en su casa). No había estado desde entonces en el de la plaza de Alcolea, ex de los Carros. Permanece la esencia, el aire. Se ha ampliado el número de mesas aun a costa de los sofás de salón. Una de las paredes, la más cercana de la salida y entrada al local, ha sido cambiada por una cristalera con recetas de cocina de la familia. La memoria de Almudena es prodigiosa: «Comiste en esta misma mesa y pediste lecha». Uno de mis pescados favoritos. Con las reformas ha quedado muy acogedor. Ya lo era. Almudena en su propia casa, esta es la imagen que da y el tiempo no borra. Y su receta de boletus edulis con trufa negra y salsa española, excelente. Como hecha en casa, claro.