Con un ligero retroceso en cifras sobre ediciones anteriores –casi 30.000 espectadores (la crisis, las fechas y sin duda el cartel: los revendedores fueron a la quiebra)–, arrancó el SOS 4.8, que en su primera jornada lució bajo la nostalgia de Pulp y otra ´gente corriente´ como Kiko Veneno (al que encerraron en el Auditorio para que su alegría no se desbordara), Nacho Vegas , el Grupo de Expertos Solynieve y los locales Perro, que dejaron calcinado el escenario con su energético show (junto a The Leadings y Analogic pusieron alto el pabellón murciano).

A las bandas que se reúnen después de varios años les ayuda su propensión nostálgica, aunque en el punk, por ejemplo, eso no funciona; no puedes revivir la urgente inmediatez. Pulp, sin embargo, eran ingenuamente anacrónicos incluso estando en lo más alto. A los treintaytantos cantaban sobre perder la virginidad; una canción como la tremenda Sorted for Es and Wizz «himnificaba» con visión retrospectiva los rescoldos moribundos de la cultura rave , aún vigente por aquel entonces. Disco 2000 –que sonó despampanante con el riff prestado de Gloria de Umberto Tozzi– anticipa el milenio que aún no había llegado. Fue un concierto para fans de Pulp, de Jarvis.

Como suelen, empezaron con Do You Remember the First Time, una bomba que hizo explotar de inmediato el fervor. Babies, entretanto, siempre ha sido una mirada atrás sensacionalmente agridulce al deseo juvenil, cantada como si su autor acabara de iniciarse sexualmente.

El concierto fluctuó entre los hits más esperados y arcanas reliquias. Y la mayor trompetilla posible en la escenificación de la guerra de clases, Common People, espectacularmente matizada, fue el delirio. Difícil será que en la siguiente jornada algún grupo supere el nivel de excitación que provocó Pulp la noche anterior.

Jarvis, con su natural histrionismo, estuvo pletórico de voz y de locuacidad. Incitó a la audiencia a bailar con el irresistible Disco 2000 e incluso taconeó flamenco (bueno, lo intentó) y tarareó el chunda chunda que se colaba molesto desde el otro escenario, con esa teatralidad elegante que le convirtió en el perfecto gentleman del brit–pop en los noventa. En cuanto a la obsesión por el sexo, los años quizás hayan convertido a aquel Jarvis torbellino de ardores mal reprimidos en un viejo verde, pero en cierto modo, a pesar de canciones como Underwear, a sus 48 años se las arregla para mantener su hiperactiva ingle en candelero.

Es difícil imaginar que Common People llegue a perder su lozanía, pero Pulp realmente son demasiado valiosos para agotar su re-bienvenida.

Tras Pulp, que se lo puso difícil, como reconoció la última sex symbol Beth Ditto, llegaron Gossip. Es bastante llamativa, porque posee una voz fantástica –a mitad de camino entre el soul sureño, el grito riot y el balido de Poly Styrene– y porque nació para estar sobre un escenario. A veces exhibe más exuberancia riot que Le Tigre en su mejor momento, y sus ocurrencias rebosan carismática hilaridad. Ditto es lo auténtico. En una canción introdujo un fragmento del Psychokiller de los Talkin Heads y en otra metió una estrofa de Cher. Aunque es algo más que el estándar disco–indie llenapistas, te recuerda que algunas personas se hacen famosas porque se lo merecen. Bailar ante la demostración de habilidades de esta especie de Tracy Turnblad nada pretenciosa es una buena forma de acabar (o no). Me cuentan que terminó a pelo con una versión del I Will Always Love You, de Whitney Houston, pero mis pies se habían encaminado hacia otro escenario. Fiesta, fiesta, fiesta: eso son Buraka Som Sistema en directo, autores del hit Kalemba (Wegue Wegue). Imposible no enloquecer. Sonido kuduro, culo duro, hecho de afrobeat, ragga, funk, grime, breakbeat, hip hop… Mucha negritud. Los prejuicios y las vergüenzas, en la puerta.

Volviendo a la gente corriente, hay que citar al Grupo de Expertos Solynieve, el otro proyecto de J de Los Planetas, súper grupo montado con Manu Ferrón y compuesto por músicos de Lapido, Lory Meyers, Los Planetas, y Lagartija Nick que se juntan como los grandes amigos, para pasarlo bien. Hubo emociones, sentimientos, y un discurso muy coherente, sumergidos hasta el fondo en ese mar de las voces de J. y Manu, que te agarran y no te dejan ir. En su último disco, El Eje de la Tierra, han adoptado una actitud mucho más crítica y coherente con los tiempos que corren; mezcla de pop, country y alegría sureña con la épica de los grandes.

En el Auditorio, Magnetic Fields. Estos conceptualistas del pop de cámara neoyorquino ofrecieron un delicioso concierto acústico en una huida de lo convencional. Sus canciones melosas y encantadoras atraviesan todos los estilos, desde el faranduleo al lamento de cowboy pasando por el electropop y el vals con kazoo, y hablan de mal beber, sexo fácil, travestis, drogas sintéticas y venganzas. El nuevo álbum Love at the Bottom of the Sea marcaba un retorno al sonido de pop mecanizado burbujatrónico que definió las obras de Merritt anteriores a 69 Love Songs. Merritt parecía un sustituto de sí mismo, dada su notoria aversión a los directos. De repente se ha dejado barba, ya no toca ningún instrumento de cuerda (el ukulele se lo ha adjudicado a Simms, y él se ocupa de la melódica, el armonio y cualquier otro juguete con que le apetezca vestir sus canciones), y parece haber cambiado su habitual ceño fruncido por una expresión más neutral. Una de las experiencias musicales más sublimes.

Un tanto insípidos resultaron The Kills. Una enorme tela de leopardo al fondo del escenario supuestamente confería glamour; a un lado los amplificadores de Jamie Hince con su caja de ritmos, un teclado, dos tambores, y al otro extremo los amplificadores de Alison VV Mosshart. Escenografía suficiente para remover cabezas al mejor y único estilo de The Kills. Crudeza y simplicidad, vestigios probablemente de sus inicios en el punk, con referentes musicales como PJ Harvey y Velvet Underground. Agitaron a sus seguidores con sus melodías oscuras y retorcidas, que nunca desconectan del blues y mantienen un punto lo-fi aún apreciable. Calculado o no, ¿cuánto hay de autenticidad y cuánto de pose?).

Tampoco fue para tirar cohetes la actuación de Friendly Fires, que no pasó de verbena electrónica cambiante, mezcla de disco, funk, electrónica y pop . Destacó Ed Macfarlane, vocalista histriónico que tiene el mérito de no imitar a nadie. El ímpetu del comienzo no se sostuvo hasta el final. Llamativo que la salida se bloqueara, mientras el flujo de entrada era nulo. Si no querían que saliera nadie, hace falta ofrecer algo más.