Alerta el escritor Federico Montalbán (Murcia, 1974) de que cuando escribe «todo es mentira», así que no hay que leer su Diario de un amargado (ed. Morsa) como si se tratase de una autobiografía. «Todos tenemos ese momento en el que nos gusta regodearnos en nuestras desgracias, días en los que estamos contentos, tristes o amargados, y yo quería sacar ese lado más gris, pero el personaje del libro no soy yo», explica el autor. Y asegura que «la parte más real y también la más sensata» es el ratón que vive en el estudio y que, en el libro, es «el personaje que tiene los pies en el suelo y que aconseja y le dice las verdades» al protagonista.

La crisis no ha influido mucho en la amargura de la obra de Montalbán: «Habla del paro y de la mala situación actual, pero lo que tiene el personaje es una amargura más individual, no causada por el entorno», declara, y dice que lo que le ayuda a superar su propia amargura es «leer, escribir y participar en cosas y movimientos como el 15M, que aunque hay gente que cree que ha desaparecido sigue vivo en los barrios».

«Me llamo Federico Montalbán y soy lector», confiesa el escritor a través de su blog, www.elhombreamadecasa.com, donde alerta a todo el mundo de que «leer conduce al inconformismo». Él dice que «casi siempre» logra sobrellevar ese ´run run´ continuo de ideas, que ha conseguido «vivir con ello» –«la gente que está alrededor lo lleva peor», reconoce–, y en su página de Internet se mezcla la imaginación más disparatada con críticas y protestas. «Mi blog es un blog literario, pero yo no me puedo partir, y soy el mismo cuando hago de comer, cuando escribo o cuando voy a una concentración para que abran de nuevo la biblioteca de Espinardo»; una línea –la del cierre de bibliotecas públicas– que cree que «no deberíamos pasar». «Bueno, en realidad hay muchas líneas rojas que no deberíamos pasar y lo estamos haciendo», reflexiona este autor, que recomienda a la gente decir lo que piensa. «Es un ejercicio que cuesta, pero cuando te acostumbras a decir lo que de verdad piensas no puedes parar; te quedas tan a gusto».

Parte de la fantasía que destila su web viene de otra de esas razones que le hacen huir de la amargura, sus «chiquillos» –de 4 y 7 años–, de sus preguntas y reflexiones. «Siempre digo que la sección que más éxito tiene de mi blog es la que no escribo yo, quizá porque la gente recupera algo de su infancia, de esa fantasía e imaginación loca que tiene cualquier niño», declara, y lamenta que «a los adultos nos cueste tanto a veces pararnos y escucharles». Aunque él nunca perdió del todo la imaginación ni su lado más infantil: «Soy el típico hombre con síndrome de Peter Pan», confiesa Montalbán, encantado de ver, cada día, cómo sus hijos «inventan cosas sin límites; cosas que los adultos ya no somos capaces de imaginar».