«Cada vez que veo que me publican me extraño... Uno no hace algo tan importante», decía ayer, «profundamente agradecido», el poeta José María Álvarez (Cartagena, 1942), rodeado de amigos, compañeros de profesión y amantes de sus versos en el homenaje que, con motivo de la celebración del Día de la Poesía, le brindó el Museo Ramón Gaya de Murcia a través de la lectura ininterrumpida de sus textos durante 12 horas –unas 250 personas se subieron al atril–.

El centro decidió en 2011 sumar a su tradicional maratón literario por el Día del Libro otro similar para festejar el de la Poesía. El primer homenaje fue entonces para Soren Peñalver, quien ayer solo tenía buenas palabras para su ´sucesor´, con quien comparte, entre otras muchas cosas, la pasión por Ezra Pound, «un poeta de poetas, como también lo es José María». El vate cartagenero es para Peñalver «un modelo, un poeta que, aunque es conocido, es más de culto y a quien se redescubrirá como alguien importante».

La necesidad de un mayor reconocimiento para Álvarez fue una idea repetida por muchas personas, entre ellas el consejero de Cultura, Pedro Alberto Cruz, quien espera que el acto organizado por el Gaya «a uno de los grandes representantes de la poesía actual, sea el primero de los homenajes que se merece».

Junto a otros representantes de la política murciana –el alcalde, Miguel Ángel Cámara; el concejal de Cultura, Rafael Gómez; y otros concejales y consejeros–, Cruz defendió la necesidad de la poesía y el acierto «de promulgar sus valores en una sociedad que tiende a la barbarie», una idea en la que coincidió con el director del Gaya, Manuel Fernández-Delgado, quien recordó las palabras de Semprún cuando decía que había sobrevivido en el campo de concentración gracias a la poesía, «que le engrandecía el alma, algo que ahora cada vez es más necesario».

Y junto a quienes se sentían decepcionados por el poco conocimiento que aún muchos murcianos tienen de la obra de Álvarez, ganador de numerosos premios, a otros, sin embargo, no les sorprendía demasiado, porque «lamentablemente a la gente auténtica, y más si es incómoda, como José María, nunca se le reconoce lo suficiente», según el escritor Eloy Sánchez Rosillo, quien definió a Álvarez como «uno de los poetas más sólidos e interesantes de la poesía española actual, en cuya obra está presente la tradición pero también la modernidad».

Otra gran amiga, Dionisia García, destacó por su parte del «poeta incansable» que es José María Álvarez la calidad de sus poemas, ya que «incluso los más antiguos pueden leerse como recién hechos». Y junto a ella, acompañaron al cartagenero escritores y artistas como Ginés Aniorte, Lola López Mondéjar, Sebastián Mondéjar, Juana Marín, Cantabella y Fructuoso; galeristas como Nacho Ruiz, Carolina Parra y Javier Cerezo; y periodistas como Miguel Masotti, Javier Orrico y Ángel Montiel.

Versos y arte

Álvarez, quien sostiene que «cuánto más honrado es uno más distancia hallará entre lo que ha hecho y lo que quería hacer», cree humilde que «nunca» ha dejado «de hacer tentativas», a pesar de los numerosos poemarios y libros de prosa que ha firmado a lo largo de su larga carrera –con no más de 9 años cuenta que ya escribía versos, «cosas muy malas imitando a alguien»–.

Y es que el autor cartagenero es consciente de que el arte no se puede atrapar, «no es una esposa dulce y complaciente; en la poesía es una mala puta, te devora y en cuanto no la mimas se va con otro... El arte en la poesía no es tanto amor como deseo», sentencia, y añade que, en España, el problema con la lectura «no está en la cantidad, sino en lo que se lee». «Uno llega a las librerías y están llenas de novedades, pero cuando empiezas a mirar no hay ni un libro que no merezca ser tirado a la basura», asegura, y diferencia entre quien lee y «la gente que ama y se emociona» con la literatura, gracias a la que él ha conseguido «muchos amigos y muchas mujeres».

«El lector es tan inexplicable como el creador», afirma Álvarez, y muchos enamorados de lo inexplicable le acompañaron ayer. Entre ellos, dos miembros de la Fundación Once, Pedro Jesús Egio y Mª Carmen Palomares, quienes participaron en la lectura con poemas traducidos al braille. Egio, «sobrecogido», defendió la necesidad de «un arte que nos levante, que nos ayude a luchar, a decir que estamos aquí, que somos respetables», mientras que Palomares recordó que, gracias a la Once, que hace que al mes de ser editados ya se puedan encontrar todos los libros en braille o como audiolibros,«hoy en día ya no hay impedimentos; quien no lee es porque no quiere».