Rafaelillo protagonizó los momentos mas brillantes del XVIII Festival a beneficio de la Asociación Española contra el Cáncer en Murcia. Jugando en casa en su primera actuación en público de la temporada, el del barrio del Carmen se encontró con el mejor toro del encierro de Lagunajanda y lo cuajó a placer.

Hasta ese momento había quedado sobre el ruedo del coso de La Condomina el aire del gran rejoneador de Leonardo Hernández, que abrió festejo ante un toro de preciosas hechuras de Fermín Bohorquez. Leonardo lo par´p con temple y contundencia, pero después de un largo primer tercio, el toro había quedado practicamente listo de papeles. Lo alegró Leonardo sonre `Templario`, regalo de Pablo Hermoso de Mendoza cuando el joven rejoneador perdió un ojo. Y de las cuatro banderillas que puso, la primera, al quiebro, y la tercera, arrancando fuerte de poder a poder, fueron excelentes. Como lo fue la precisi´n para clavar en carrusel tres cortas al violín muy reunidas.

Enrique Ponce volvía al festival nueve años después de su primera participación. Y el maestro valenciano brilló, sobre todo, en el arranque y cierre de faena al primer toro de Lagunajanda fino de cabos, terciadito y alegre de salida. Ponce lo había toreado elegantemente a la verónica y en un quite por delantales. Pero un maravilloso cambio de manos ligado a un empacado y profundo pase de pechoy un natural dormido y prolongado de remateiba a ser los flashes mas hermosos de su actuación. El toro, con poco fondo, se rebrincó y se metio por dentro. La poderosa muleta de Ponce tapó su incomodidad pero no fue suficiente para que la faena cogiera altura. Sólo al final, en otros tres muletazos a bajo dos manos, volvió a lucir en plenitud su toreo.

El Cordobés aprovechó a su manera el gran pitón izquierdo del castaño tercer toro de la tarde, un toro montado por delante, y estrecho de sienes que recibió un duro castigo en varas. El Cordobés reaparecía en público desde que una lesión lo apartara de los ruedos en octubre. Mecánico y fácil, templado pero sin rango, Manuel Díaz le dio fiesta jugando con sus limitaciones, la bondad del toro y el cariño de un público que celebraba con algarabía cada una de sus ocurrencias.

El toro de El Fandi, que daba la sensación de estar prácticamente en puntas, sacó muchos pies de salida y repuso con viveza en el capote. David le paró los pies en un tercio de banderillas más espectacular que bueno y le cuajó dos notables series con la mano derecha en una faena de muleta que, a partir de ahí, cayó en una tauromaquia más alada y fácil.

Cayetano se vio superado por el genio de un sexto muy deslucido, pero se desquitó con el sobrero de Las Ramblas. Ese toro tuvo son y temple, clase y entrega, calidad y bondad. Y?Cayetano le hizo cosas buenas después de haberle pegado una larga cambiada de rodillas de salida y haber empezado la faena de muleta también de rodillas. Una serie en redondo por la mano derecha, rematada con un cambio de manos encajado y largo, fue lo más sabroso de una faena jaleada con intensidad por un público volcado con Cayetano.

Conchi Ríos pasó un trago con un toro de Lagunajanda de importante seriedad. Exigió el toro desde que salió de chiqueros y Conchi pudo sostener la batalla en un saludo a la verónica de mucho esfuerzo. Pero el precioso burraco llegó a la muleta con viva violencia y desarboló a la joven novillera, que sólo respiró en los desplantes.

La faena del Festival fue, sin duda, la que Rafaelillo le hizo al buen cuarto toro. Tres largas cambiadas pusieron a caldo los tendidos. Un arranque de rodillas pusieron en situación. Pero, a partir de ahí, Rafaelillo se abandonó al toreo para cuajar muletazos de gran cadencia. Una serie por el lado derecho fue cumbre. Varios naturales tuvieron un excelso trazo. Y?la obra completa tuvo unidad, macicez y buen gusto.