Su poesía «cargada de simbolismo, capaz de dotar de sentido a cada palabra», le hizo merecedor del Premio Cervantes en 2006, uno de los galardones más importantes del mundo literario que Antonio Gamoneda (Oviedo, 1931) recibió con sorpresa y la humildad que siempre le ha caracterizado: «El premio Cervantes es algo que en mi conciencia no había aparecido nunca como posibilidad, simplemente porque si tenemos en cuenta quiénes son mis antecesores en el premio, yo no me siento a la altura de ellos», dijo entonces este hombre que asegura ser poeta «por necesidad» y que el jueves recibirá en Murcia la Medalla de Honor de la Asociación de Escritores de la Región de Murcia (Aermu).

«La poesía es una emanación de mi propia vida», sentencia el autor, también ganador del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y el Premio Nacional de Poesía €entre otros galardones€, pero a la hora de hacer una definición de lo que es la poesía es mucho más cauto. Más teniendo en cuenta que la mejor definición, apunta, corresponde a San Juan de la Cruz cuando dijo que «no sabe de donde viene ni a dónde va, es un no saber». Por eso para el escritor la poesía es una dimensión vivencial. Eso le hace ser un materialista visionario al que no se le ocurre pensar que la poesía viene del cielo.

La creación de palabras del ser humano a lo largo de millones de años €desde que nuestros antepasados primates caminaron erectos y apareció la capacidad de emitir fonación articulada€, para nombrar seres, objetos, deseos, lleva a Gamoneda a pensar que la función de la poesía no es ornamentar las palabras, sino la creación de realidades intelectuales. Unas realidades que «no son premeditadas y que son producto de una pulsión intelectual que pasa a ser un trabajo muy duro». Y para demostrarlo, pone como ejemplo al poeta francés Stéphane Mallarmé, que estuvo treinta años intentando acabar un poema.

El vate asturiano ya lleva a sus espaldas cerca de una veintena de poemarios €además de numerosos ensayos y otras obras€; versos que le han convertido en una de las voces más hondas y singulares de la poesía en lengua española; un poeta que ha hecho de la memoria, el dolor y la oscuridad su material poético, lleno por el contrario de vida y consuelo.

En medio de la dureza de la guerra, Gamoneda encontró en su madre y en las primeras lecturas €que empezaron con los poemas de su padre, un poeta modernista ya fallecido€ el consuelo de tiempos duros y dificultades económicas. El asturiano dice tener grabadas las imágenes de su llegada a León con su madre €cuando era un niño€ con apenas un libro como equipaje. Un libro de poemas que le sirvió para aprender a leer y escribir a la vez. Y como los niños no se extrañan de lo desconocido, «la poesía entró en mi vida a la vez que la lectura», recuerda.

Toda una vida después, Gamoneda, tan humilde como autoexigente €«modifico poemas incluso después de 60 años, soy un indeseable para los editores...», dice€, confiesa que sigue disfrutando cuando, como Lorca, cree haber unido por primera vez dos palabras, consiguiendo la creación de algo no existente y la revelación de algo oculto. Poesías que, para él, «no tienen un discurso reflexivo, científico o filosófico, sino que tienen una carga imprevisible a la que hay que aproximarse con una voluntad especial».