Serán los poemas premiados de La fatiga y los besos el catorceavo libro de Pascual García (Moratalla, 1962), que pronto saldrá a la venta. Sus anteriores trabajos literarios se diversifican en distintos géneros: cuento, novela, poesía, ensayo; además de artículos periodísticos y reseñas de crítica. García afirma que «a veces, aspirar a un premio es la única salida para ver publicado tu libro de poemas».

En el poemario mencionado se transmite la épica de los seres humanos más humildes, de sus quehaceres, de sus penas, de sus dichas... El escritor poetiza la fatiga diaria endulzada con besos nocturnos al amparo del fuego de un hogar anónimo. El escritor no olvida que un día él y su familia también fueron inmigrantes en Francia. Sin pretender ser este un trabajo autobiográfico, entre los versos se cuelan retazos de aquellas experiencias vividas y observadas por el joven escritor, y que ahora poéticamente retrata aquellas escenas cotidianas y amorosas de las gentes que trabajaban de jornaleros en la vendimia francesa.

El sufrimiento de escribir

Pascual García piensa que «la misión de un poeta del siglo XXI es la misma que la de un escritor del siglo XV. Aunque parezca pretencioso, el poeta debe desvelar el misterio del mundo que le rodea». Y continúa afirmando: «No creo que haya grandes diferencias entre las inquietudes del lector de Lope de Vega (salvando distancias) a las de quienes hoy leen a Claudio Rodríguez». Públicamente ha manifestado que «la novela es una ficción, y en ella existe un puñado de mentiras», y ante la pregunta de si mantiene esta reflexión con la poesía, nos confirma que «básicamente es lo mismo. En las rimas de Bécquer y en la narración de La Regenta de Clarín, se miente para decir la verdad en los dos casos». Nos explica que «en todo proceso de escritura se denota mucho sufrimiento, casi se podría referir a un placer enfermizo. A mí lo que más me gusta es leer, escribir es casi una tortura». Hoy, para los lectores de LA OPINIÓN, adelantamos en primicia algunos versos inéditos de La fatiga y los besos, y a partir de ellos elaboramos este cuestionario.

«Esta noche nos comemos la vida/ a pequeños bocados junto al fuego». ¿Cómo se enfrenta usted a la adversidad de nuestro tiempo?

Nos debemos levantar cada día con ánimo valeroso. Vivir, y vivir con adversidad, se transforma en un ejercicio natural y cotidiano del hombre. Y así asumo yo esta aventura.

«Igual para los que se esconden en los viñedos/ y para los que miran desde la casa grande». ¿De qué situaciones en la vida huye y se esconde usted?

Me avergüenzo y evito, en lo posible, la indignidad de la condición humana. Esconderse no resuelve nada. Me parece que la crisis universal del hombre supera con creces a esta crisis coyuntural que nos toca vivir.

«Antes de que el primer sol irrumpa/ el placer y les deje la fatiga/ como un regalo maldito del alba». A ciertas edades, ¿cuál considera como el idóneo sustituto del sexo?

No existe posible sustituto para el sexo; es la gracia de la vida. Dice Albert Boadella, padre de Els Joglars, en su libro Memorias de un bufón: «Lo que más me gusta en la vida es follar».

«El misterio del fuego y de la vida/ les daba de comer». ¿Es usted optimista sobre esta situación social, donde cada día se contabilizan más familias que no tienen ni para alimentarse?

Si uno quiere seguir viviendo y creando no tiene más remedio que ser optimista a ultranza.

«Soñaban con dinero, sin pudor,/ como se desea el bien ajeno». ¿A qué cree que se debe los altos índices de corrupción entre gobernantes y autoridades?

Quizás se deba a una combinación de falta de honradez, propia de la naturaleza humana, y de la ausencia de un control estricto del comportamiento inicuo de algunos de nuestros dirigentes.

«Una tristeza honda y prolongada/ les llega de improviso,/ duermen durante años y no sueñan». ¿Considera que debemos dar cobijo en España a un elevado número de inmigrantes?

Estoy convencido que el mundo es de todos y que todos tenemos derecho a vivir en este planeta. Creo que nos hemos olvidado que los españoles también fuimos alguna vez inmigrantes, al menos yo lo fui durante 10 años de mi juventud, y no lo he olvidado nunca.

«Me voy de madrugada y ya será otro tiempo/ en el que viva ajeno y diferente,/ otra tierra para fundar los días del futuro». Díganos como quisiera que le recordaran. Denos un epitafio.

Me gustaría que me recordaran como un hombre que cumplió parte de sus sueños y que trabajó duro para ello. En cuanto al epitafio, me ponen en un compromiso… Podría decir: «Aquí yace un hombre que amó, escribió y se fue lo más tarde posible».

Entre otros libros, a Pascual García le hubiese gustado ser el autor de En busca del tiempo perdido, de Marcel Prouts. Doctor en Filosofía y Letras, y catedrático de Lengua y Literatura, actualmente disfruta de una comisión de servicios en la Consejería de Educación, donde lleva a cabo labores de asesor de publicaciones. «En la pasión -nos aclara- y en el dominio del lenguaje, al poeta Miguel Hernández podríamos considerarlo el Quevedo o el Lope de Vega del siglo XXI».

En el último número de la revista Murgetana, editada por la Real Academia Alfonso X el Sabio, encontramos un introspectivo artículo sobre Ramón Gaya escrito por el entrevistado, que titula Divagación a cerca de un pintor que toma la palabra, donde apunta que «Gaya es uno de los mejores escritores españoles del siglo XX», pero nos avisa de que «su complejidad radica precisamente en una sutileza inmaterial». Y ahora nos amplía su comentario diciendo que «de la misma manera que en su pintura parece un creador transparente, en su prosa encontramos una gran profundidad acompañada de una necesaria complejidad. Gaya no es difícil en vano, es complejo porque afronta asuntos de gran calado».

Pascual García, hombre de gran enjundia, acepta la vida, al igual que la escritura, con la sencillez de un hombre humilde de campo, que ha contado El secreto de las noches (2007) y como El intruso (1995) nos acerca a otros Alimentos de la tierra (2008), porque él ha encontrado la Luz para comer el pan (2002) y mantiene El invierno en sus brazos (2001), a pesar de su corta estancia en El paraíso en viaje a la penumbra (2005), ahora nos advierte que siempre nos quedarán La fatiga y los besos (2012), aún viviendo Solo guerras perdidas (2010).