El ganador del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil en 2009, Alfredo Gómez Cerdá (Madrid, 1951), estará hoy en Molina de Segura, dentro del ciclo Escritores en su Tinta, para presentar a los escolares del municipio su libro Barro de Medellín, editado por Edelvives -patrocinador del acto-.

¿Cómo se prepara un escritor cuando tiene que captar la atención de decenas de niños?

En realidad esto es una excepción, porque estos encuentros suelen ser con grupos más pequeños y es más fácil establecer una comunicación directa. Pero lo que uno no puede hacer nunca es dar una conferencia, hay que intentar un ten con ten, hacer un introducción y provocar luego el diálogo, porque los niños tienen que preguntar lo que están pensando. En cualquier caso, este es un público muy agradecido, cualquier cosa que propongas les parece bien y entran al trapo.

Parece que a los niños siempre les gusta más leer que a los jóvenes, ¿qué pasa para que pierdan el interés por la lectura?

Siempre se dice que los jóvenes no leen, pero eso no es cierto. De hecho, el sector que más lee es entre los 13 y 25 años; es decir, los jóvenes. Es verdad que hay algunos que pierden el hábito, porque vivimos en un mundo lleno de posibilidades de entretenimiento. Pero es un bache del que luego muchos se recuperan. Aunque está claro que España no es un país de lectores.

¿Un libro nunca podrá competir con una consola?

Yo siempre apuesto por definir la lectura como algo diferente a un entretenimiento, porque si no la batalla está perdida. Hay que hablar de un mundo de sentimientos y de emociones, de algo más profundo.

¿Cómo escribe un adulto literatura infantil y juvenil sin parecer tonto? ¿Cómo se adapta a su vida y su lenguaje?

Pues no tratándoles como tontos y siempre desde el respeto. Lo que hay que hacer es hablar de tú a tú, no de arriba a abajo. Hay una literatura infantil que me horroriza y que es la que está llena de cosas ñoñas y diminutivos, como si los niños hablaran así. Lo primero es el respeto y lo segundo, la calidad literaria.

Camilo y Andrés son los protagonistas de Barro de Medellín. ¿Hay demasiados niños como ellos, con un oscuro futuro ya marcado del que no pueden salir?

La obra está ambientada en Medellín, en Colombia, una ciudad con muchas y grandes desigualdades, pero no hay que olvidar que aquí, aunque sea en menos proporción, también se dan. Hay demasiados niños con un horizonte triste; niños que tienen la misma edad que los que yo voy a ver mañana (por hoy) y que ya están trabajando.

¿Y sus lectores más pequeños entienden esa realidad?

Hay quien me ha dicho que es un libro duro y en parte es así, aunque no es terrible ni mucho menos. Les hablo de una realidad que no es la suya, y eso puede servir para algo tan necesario como pinchar la burbuja confortable en la que viven, en un mundo lleno de comodidades, y que conozcan otras realidades.

¿La literatura puede salvar?

A nivel personal no sé hasta dónde puede ayudar, pero a mí la literatura me ha ayudado. Soy lo que soy gracias a lo que he leído. También es cierto que ha habido libros trascendentales en la historia... pero yo no hablaría tanto de los libros como del hábito de la lectura. Sin duda, una persona lectora es una persona diferente... esperemos que mejor.