El pequeño Maddux murió con seis días de vida. Era el cuarto hijo de un matrimonio estadounidense, que tuvo que enfrentarse a la peor noticia que puede recibir un padre: que su hijo no viviría. El pequeño no podía respirar, tragar ni moverse por sí mismo y pronto tuvieron que tomar la decisión de desconectarlo de la máquina que le mantenía vivo. Antes de hacerlo, la madre de Maddux le hizo una más que sorprendente propuesta a la fotógrafa Sandy Puc’; querían tener una fotografía de recuerdo del pequeño. Dos meses después, la mujer habló con Sandy, planteándole que si a ella le había servido la experiencia para sobrellevar mejor la muerte de su hijo, a otras mujeres también les podría ayudar.

De esta historia hace ya más de cinco años y ahora son casi 5.000 los fotógrafos que hacen guardia en los hospitales de 15 países -no en España- para ayudar a las parejas que lo deseen, según cuenta el puertorriqueño Ramfis Campiz -uno de los fundadores de la organización sin ánimo de lucro Now I Lay Me Down to Sleep (NILMDTS), nombre que hace referencia a una oración de niños cuando van a dormir-, quien se encuentra en Mazarrón para hablar mañana en Fotogenio de este proyecto, Fotografiando ángeles.

Lejos de sentirlo como algo morboso o tétrico, Campiz, que vive y trabaja en EE UU, asegura no sentir tristeza cuando realiza estas fotografías. «Siento que hago el bien, que estoy ayudando; claro que es algo que me toca el corazón, pero todo merece la pena cuando me paran por la calle y me dan las gracias, o cuando los padres me abrazan y siento sus lágrimas en mi cara», dice, y recuerda que él y su esposa no sabían cómo actuar la primera vez que se enfrentaron a esta «delicada situación», aunque pronto «la parte profesional salió y los nervios se fueron calmando».

Cuenta Campiz que a veces los pequeños ya han muerto cuando llegan y rememora las lágrimas de las madres y cómo los hombres «tratan siempre de poner cara de fuertes, aunque la tristeza traspasa». Realizan imágenes de los padres con su hijo, de sus pequeñas manos o sus pies, en los que en ocasiones colocan los anillos del matrimonio. Con todo el material, el fotógrafo comenta que luego hace un montaje con música. Consciente de que en cada país y cada familia la muerte se vive de una forma diferente, Campiz cree que «con el tiempo cambiará la forma de pensar» y recuerda que «los psicólogos han probado que con iniciativas como esta se acorta el tiempo de sufrimiento». Además, apunta, «ninguna de las parejas a las que hemos fotografiado se ha arrepentido».

Apuesta por la naturalidad

Ramfis Campiz lleva sólo unos pocos años dedicado a este proyecto de los más de 50 que trabaja como fotógrafo. Una carrera en la que los retratos han sido su prioridad y para los que siempre trata de buscar la naturalidad, que quien está frente al objetivo se olvide de la cámara. «Es que hay gente, como mi hermana, que es muy bella, que cuando ve una cámara se pone muy seria, como un animal deslumbrado en la carretera por los faros de un coche. Por eso -prosigue- tengo algunos trucos y, por ejemplo, en las bodas, cuando tengo a los novios delante del objetivo, les pregunto por su primera pareja que tuvieron... siempre se ríen y se olvidan de la cámara».