Asegura el escritor Luis Alberto de Cuenca que su mirada «no ha cambiado demasiado» desde que, con 19 años, publicó su primer libro. «Soy el mismo muchacho que leía y se entusiasmaba con Shakespeare», añade. Una persona que mantiene intacta una «curiosidad incesante» y que si por algo anhela la riqueza, es por poder tener una casa en la que colocar de manera holgada sus miles de libros. «Es que los enamorados de la literatura deberíamos ser ricos –bromea–, porque tener unos 40.000 libros en un piso de 170 metros obliga a tenerlos en tres filas... y es una locura». Una pasión literaria la suya que se centra, entre otros autores y estilos, en «el terror y la literatura fantástica» de algunos de los escritores malditos; «personajes fascinantes» sobre los que tuvo ocasión de hablar ayer, en la apertura de la Semana de Cine y Literatura Francesa y Francófona que acoge el Aula de Cultura de Cajamurcia.

«La verdad es que me gustaría tener algo de escritor maldito, pero creo que soy más bien un escritor bendito... lo único que tengo es la pasión por ellos», reflexiona De Cuenca, quien agradece a estos autores la oportunidad que le dan como lector «de entrever realidades que a la mayoría se nos niegan, de descubrir zonas ocultas gracias a su mirada, siempre alejada de los problemas cotidianos y de las pequeñas miserias».

El poeta, traductor y ensayista eligió para su conferencia los Cuentos crueles de Villiers de l'Isle, un texto que ha traducido parcialmente y que recomienda a todo el que tenga «un poquito de sensibilidad y curiosidad literaria», ya que con este texto, añade, «el lector se lo pasará bomba asistiendo, en primera fila, a una sesión continua de magia literaria llevada al más alto grado». En estos relatos, el autor retrata, por ejemplo, «la sociedad de 1880, transfigurada pero, a la vez, hiperrealista, ya que esa es una particularidad de estos escritores malditos, que mezclan el realismo con un chispazo de magia».

Sostiene De Cuenca que a los aficionados a la literatura fantástica, entre los que él sin duda se encuentra, les interesan «no los autores desconocidos, pero sí con un punto de vida oculta que los hace más fascinantes». Esta es una de las cualidades de Villiers, un escritor que, sin embargo, para el poeta madrileño «es casi de la familia», ya que de niño cayó en sus manos un ejemplar de sus Cuentos crueles y gracias a él conoció a su mujer –ella realizaba su tesis doctoral sobre Villiers y alguien le dio el teléfono de De Cuenca–.

Asevera el poeta, que ha copado los primeros puestos de ventas con El reino blanco, que es «feliz» con sus pocos miles de lectores; una relación ´íntima´ similar a la que él mantienen con autores como Villiers: «Si todo el mundo leyera libros a mí me llegaría a abrumar... es casi mejor que no todos lean lo mismo, porque eso nos otorga una complicidad diferente con el autor».

Siempre curioso, el último descubrimiento de De Cuenca es Leon Garfield, un autor al que ha llegado a través de un ensayo de Philip Pullman y de quien ha encontrado «un libro maravilloso» –The Pleasure Garden–. Con hallazgos como este, y con sueños cumplidos como el haber conseguido una primera edición de su libro favorito, Drácula, el poeta y ensayista asegura que se conforma; sobre todo después de haber logrado uno de sus mayores anhelos: ser académico. Este mismo mes ha entrado a formar parte de la Real Academia de la Historia. «Es un sueño cumplido y algo que a mi madre, que amaba la Historia, le habría hecho mucha ilusión... Hay gente que quiere ganar el Nobel y yo siempre quise ser académico», declara De Cuenca, quien sostiene que, por el momento, no tiene nuevas metas. «No hay que tener demasiados sueños –dice– porque luego uno se queda muy frustrado cuando no se cumplen; yo, de hecho, voy a dejar de soñar un tiempo para no decepcionarme y, sobre todo, para disfrutar de lo que tengo... que no conviene tentar a la suerte».