José Javier Meroño Meroño se sentía muy orgulloso de haber nacido en Pozo Aledo, una pedanía agrícola de San Javier, donde se encuentra la finca familiar Torre Octavia, su paraíso privado, al que volvía cada vez que su trabajo como gerente de la empresa Hierros Ros S.L. se lo permitía y en donde se despidió para siempre el día 7 de agosto, festividad de San Cayetano, a la temprana edad de 59 años.

Pepe Meroño, como era conocido tanto en el municipio de San Javier, donde nació, como en Los Alcázares, donde residía junto a su esposa, Pepa Ros, y sus hijos, Pepe e Irene, era un apasionado del campo, donde aseguraba que nunca se encontraba solo porque tenía la compañía de sus ´amigos´ los olivos, los almendros y los frutales, a los que cuidaba y mimaba como si de seres humanos se tratase. Allí dialogaba con las mandarinas, a cuyos árboles había aprendido a realizar primorosos injertos y en donde acababa de plantar un peral de Cehegín, ya que en cuestión de frutales sólo elegía lo mejor. Cuando finalizaba sus tareas agrícolas, nunca olvidaba cortar unas rosas para llevárselas a su esposa.

El mismo espíritu selectivo presidía su amor por la gastronomía, ya que era un reconocido ´gourmet´ con gran instinto para descubrir buenos restaurantes en los lugares más insospechados, a los que llevaba luego a su mujer haciéndole creer que era la primera vez que los visitaba.

Pero si algo caracterizaba a Pepe Meroño era su amplia cultura, fruto de su gran afición por la lectura. Gran coleccionista de arte, con especial afición por la pintura y la escultura, sus amigos lo catalogaban como una enciclopedia andante, como lo demostraba en las improvisadas tertulias del bar Casa Miguel o de las terrazas del paseo de la feria de Los Alcázares, a las que acudía de vez en cuando. Hombre de profundas convicciones religiosas –había estudiado en los franciscanos y los maristas– donó una escultura de San Isidro a la iglesia de Pozo Aledo, obra del escultor Henarejos, como en su día lo hiciera su padre con la pequeña imagen que cada año procesiona en las fiestas patronales.

En Los Alcázares se implicó en muchas de las actividades culturales y sociales del municipio, como el grupo de teatro, y tomó parte en los inicios de la Semana de la Huerta, antes de que se constituyera la Federación de Peñas Huertanas y que la localidad contara con su propio Ayuntamiento, como bien recuerda Tadea Albaladejo, quien define a aquel grupo pionero como «una organización democrática, en la que todos colaboraban, sin ostentar cargo alguno».

Respecto a su labor empresarial al frente de Hierros Ros, Pepe Meroño forjó una gran relación de amistad tanto con los proveedores como con los clientes y con los miembros de la Federación Regional de Empresarios del Metal de Murcia, FREMM, de la que formaba parte. Nunca quiso recibir ningún reconocimiento por su trabajo.

Otro de sus grandes amigos, el pintor José Julián Buigues, define a Pepe Meroño como «un hombre de credos, que buscaba conocerse a sí mismo para explicar su razón de ser, su propia existencia».