Los muchos alumnos, hoy padres y madres de familia, que pasaron por las aulas a lo largo de los 20 años en los que Manuel Méndez Torreglosa, Manolo para los amigos, impartió sus enseñanzas en el colegio público Juan Navarro, de la pedanía lorquina de La Hoya, lo recuerdan como un hombre jovial, divertido, tremendamente irónico; lleno de ganas de vivir y como un gran compañero, no solo del resto de profesores sino también de todos a cuantos tenía el deber de enseñar.

En el colegio Juan Navarro fue profesor durante veinte años, de los cuales, tres, entre 1987 y 1990, llegó a ser director, entre los mandatos de Asensio Soler y Cesárea Crespo. En esta pedanía de Lorca, donde hizo muy buenos amigos, con los que todavía se solía reunir, fue profesor hasta el año 2002, fecha en la que abandonó el centro y se trasladó hasta el colegio San Fernando de Lorca, donde ejercía la profesión cuando le vino la muerte tras haber sido detectado, en un principio, el virus de la gripe A. Manuel Méndez Torreglosa tenía entre sus aficiones la de las motos y la agricultura.

Vivía junto a su mujer y sus dos hijos en una de las zonas privilegiadas de Lorca, como es la Virgen de las Huertas y una de sus pasiones era la agricultura, a la que dedicaba gran parte de su tiempo libre, sobre todo a cuidar los jinjoleros.

El pasado verano, junto a un compañero de profesión, comentaban preocupados cómo sería el comienzo de curso con los problemas que iba a traer consigo la famosa gripe A, una enfermedad que pocas semanas después se lo llevaría para siempre. Era un hombre que amaba la vida y la tranquilidad y que sabía capotearla como viniera. Unos días antes de fallecer hablaba con el autor de esta crónica, al que aconsejó que "de seguir corriendo como vas siempre, pronto la palmarás", a la vez que se enorgullecía de tomarse la vida de otra forma. Prueba de la admiración y respeto que le profesaban sus compañeros, fue la gran cantidad de personas que pasaron por el tanatorio Lázaro Soto de Lorca mientras estuvo allí expuesta la capilla ardiente. Sus restos, por decisión propia, han sido incinerados.