Cuando eres consciente de la muerte, acabas asumiendo tu propia soledad..."

Rosa Régas

Me dijiste que me llamarías, cuando te encontrases mejor para contarme como habías superado los tratamientos a esos bultos traicioneros que te complicaban la recuperación. Hasta esta mañana, esperaba tu llamada para sentir tu ánimo y no lo hiciste. Pero no tiene mucha importancia porque he sentido tu presencia estos días en los que luchabas, con arrojo y a brazo partido, contra el dolor y la muerte que como siempre, al final, ha vencido. Se que has sido un valiente y me siento muy orgulloso de haberte conocido en tu corta vida.

Recuerdo cuando naciste, hace casi 40 años, en la calle San Ramón. Después te perdí la pista, pero se que has dejado una huella imborrable entre las personas que han tenido la suerte de conocerte y compartir contigo los momentos de una vida.

Como casi siempre, de madrugada te ha visitado la muerte para llevarte con ella al lugar donde nace el sol. Cuando se es tan joven y con la vida por delante, es muy injusto el mazazo, tras largos meses de lucha contra la enfermedad que forma parte de nuestra existencia.

Me dijiste que te encontrabas desanimado e intenté ofrecerte el mío, que tampoco es mucho. Te dije que eras valiente y me dijiste, llorando que no, que yo si que lo era por encontrarme mejor. Qué equivocado estabas. Yo si que soy un cobarde, con un poco de suerte porque todavía no ha venido a por mi. Tu eres el valiente, Blas, y me has dado un ejemplo que no voy a olvidar.

He estado dos veces en la puerta del hospital, coincidiendo con mis visitas al hematólogo, pero no me he atrevido a subir, por respetar tu decisión. Es posible que cuando se tiene la certeza de la muerte, nos demos cuenta de nuestra propia soledad y te hayas refugiado en ella, para no hacer sufrir a los que te quieren.

Me dicen que hace dos días, utilizaste las pocas fuerzas que te quedaban para despedirte de tus padres y hermanos y después no has recuperado el conocimiento, sedado para combatir el dolor y el trance de una muerte inexorable y cruel.

Blas; hemos compartido la leucemia y yo sigo aquí, mientras lloro, sin consuelo, tu partida. Espero que no encontremos algún día en el lugar donde nace el sol y no existe el dolor o la enfermedad.

Todavía tenemos pendiente un rato de charla, que no hemos podido terminar en esta vida, porque te has ido, tomando la delantera. Pero no dudes que tu ejemplo, en tu forma de vivir y de enfrentarte al dolor, ha sido una valiente lección que no olvidaré.