Fernando Rubio lleva años dando guerra (Ferroblues, Adiós Amigo, Ley Seca, Fanáticos...), aunque quizás no sea muy conocido para el gran público porque siempre ha trabajado en la 'trastienda'. Su actuación en el Cartagena Jazz Festival, además de un apoyo a la escena autóctona, era un acto de justicia y reconocimiento, y sirvió para presentar su primer disco a nombre propio ('Tides'), y para descubrirle ante los que aún no lo conocen. Así que Rubio y sus acompañantes (Antonio Fidel, Carlos Campoy, Joaquín Talismán y Juan Expósito) emplearon sus mejores esfuerzos y ofrecieron un gran show. 'Tides' es un álbum espléndido, fresco y espontáneo, con guiños a Van Morrison, Neil Young o Robert Cray. La fórmula consiste en combinar con inteligencia géneros que van desde el blues, pasando por el funk y el soul, hasta el reggae, el rhythm and blues y el pop; todo ello apropiadamente. Rubio se ha sumergido de lleno en este nuevo proyecto con mucha ilusión, y ha sabido rodearse de músicos hábiles, que le entienden perfectamente y aprecian lo que hace, compartiendo ese mismo gusto y esa misma fe en una música que sale del corazón y nace de una profunda veneración por sonidos añejos.

Su voz está en forma, y la banda que le acompaña, donde brilla un inefable Campoy al hammond, hizo gala de un sonido compacto y sin fisuras.

Dejaron un puñado de gozosas canciones: la vanmorrisoniana 'Please Don´t Spoil my Day´, el toque Robert Cray de 'Back on the Move', y una estupenda versión de los Temptations ('Ain´t too Proud to Beg') para el disfrute de oyentes escrupulosos e inusitados, ganándose merecidamente el bis reclamado por el público. La propina consistió en un emocionado reggae, 'Could you be Loved' (Marley) y un electrizante harp blues recuperado del primer disco de Ferroblues ('You Shoudn´t be so Good'), que fue acompañado con aplausos. Un triunfo sin paliativos. Que cunda el ejemplo.

Marcus Miller es al bajo lo que Hendrix, Coltrane, o Miles Davis (con quien tocó, compuso y produjo) son para sus respectivos instrumentos. Héroe del bajo, compositor, productor, Miller fue la mano derecha de Miles Davis durante los últimos nueve años de la vida del trompetista. Con su banda, donde figura el trompetista en alza Christian Scott, rinde homenaje a Miles y a su máximo logro juntos, 'Tutu'. Un álbum señero que mezclaba cool funk, blues y temas cinemáticos. Un hito que ahora Miller conmemora con un espectáculo ('Tutu revisited') donde cede la gran responsabilidad de tocar las partes de Miles a Christian Scott, un trompetista con madera de estrella, y, ante todo, un músico de jazz con ganas de sonar contemporáneo que desprecia, con fanfarronería de rapero, todo lo que suene a tradicionalista, y señala a Miles Davis, que tuvo siempre la antena puesta en lo que se llevaba, como ejemplo a seguir.

El concierto estuvo en el extremo opuesto del espectro al del jazz americano. Maestro en la guitarra bajo, y también en el clarinete bajo, Miller lidera ahora una banda de funk muscular, rítmicamente cargada, que mantuvo a la mayoría del público meneándose feliz en sus asientos. Agradeciendo a Miles D. "toda esta inspiración", Miller guió a su banda por un set que mostró todos sus talentos, pero particularmente el fuego rápido de Ronald Bruner a la batería y el estilo, muy Miles, del trompetista Christian Scott -para quitarle algo de peso, Miller ha incorporado a su quinteto al joven y brillante saxofonista Alex Han-.

Miller tocó también el clarinete bajo (sublime su interpretación del standard 'When I Fall in Love'), se mostró virtuoso, hizo alardes pirotécnicos con su bajo Fender, pero su maestría quedó enmarcada en una propuesta global. Es capaz de dar espectáculo como solista y de pasar al último plano, dejando amplios espacios a sus músicos, entrando con ellos en interesantes diálogos rítmicos y melódicos, y por supuesto, luciendo un impresionante dominio técnico con su insuperable slap, manteniendo un absoluto control del conjunto. Miles Davis se corporeizó en piezas como 'Jean Pierre' y 'Tutu', y no sólo porque el trompetista lo interpretara con solvencia, sino también porque Miller, una referencia indiscutible del jazz fusión, ha tomado esa música - también era la suya- y la ha prolongado hacia el futuro con pasmosa naturalidad.