Benito Belmar, conserje de la Plaza de Toros de Murcia por herencia -su abuelo abrió la saga de los Belmar en el coso de La Condomina el año de su inauguración, 1887- pero hombre de mucho más largo recorrido profesional (radio, banca...)-, murió ayer en Murcia. Benito tenía sesenta y nueve años, había luchado con decisión y éxito contra dos cornadas muy fuertes, pero la tercera ha sido demasiado certera y no le ha permitido remontar.

La muerte de Benito Belmar, evidentemente durísima para su familia y para los Bernal (¿puede no considerarse a los Bernal y los Belmar como la misma familia, por los estrechos lazos que la historia ha tejido entre los dos apellidos?), marca también a toda una generación de toreros y taurinos de la Región. La Plaza de Murcia no va a ser la misma sin Benito.

La última vez que le vi fue 4 de noviembre. Habíamos ido al coso de La Condomina a hacerle una entrevista al banderillero José Mora y, terminado el trabajo, nos pidió que pasáramos a su casa. No recuerdo haberle oído contar ningún chiste en ese momento pero, aunque físicamente cansado, estaba de buen humor. "Bayona, yo soy rico -me dijo cuando nos despedíamos-, rico en amigos". Le contesté que esa era la mayor riqueza que podía tener un hombre. Pero no sabía que esa conversación iba a ser una despedida definitiva. Benito nació en la Plaza de Toros de Murcia. Su gran pasión, aparte de los toros, fue la radio, en la que trabajó como técnico de control (Radio Juventud y Radio Murcia). "En otros trabajos estaba deseando que llegara la hora de salir, pero en la radio no. Cuando trabajaba en la radio me molestaba que llegara el relevo porque no podía seguir", decía.

Hablaba Benito de la radio con la misma pasión con la que vivía el crecimiento de sus nietos -acababa de tener uno más y era abuelo por tercer vez-. Con la misma pasión con la que defendía sus ideas, te mostraba su afecto o te pegaba una regañina. Con la misma pasión con la que se imponía en la meseta de corrales con las puertas y la garrocha ("¡Va toro! ¡Puerta! ¡Señores, ha terminado el sorteo, hay que ir saliendo!", todo entre los seductores sonidos de los cencerros de los cabestros, los golpes de los pestillos y los pezuñazos de los toros en el cemento de las mangas de de acceso a chiqueros). Con la misma pasión con la que te contaba el último chiste o uno de sus clásicos ("¡¿No ves que hay un paso de cabra, so cebrón?!"). Su voz potente y característica, su aspecto rudo, su gracejo característico, su seriedad cuando procedía y su bondad han impregnado cada rincón de la Plaza de Murcia. Y también el corazón dolorido de quienes hemos creído ser sus amigos.

Esta mañana se despedirá a Benito Belmar en el tanatorio de Jesús, en Espinardo. La misa de cuerpo presente se celebrará a las once y media.