El ensayo fue con Juan Luis, con quien me cité por cuestiones laborales. "Llevaré un abrigo rojo"- le dije. Habíamos quedado en la puerta del Zigzag y por allí pasé dos minutos antes con el coche. Parada en el semáforo, me fijé en la1118091_the_red_intimacy_chair_ puerta y sólo había un chico con cara de pasmarote que además me estaba mirando. "Debe de ser él, que me ha reconocido"-pensé. Empecé a gesticular, vocalizando su nombre. Viendo que el payo se encogía de hombros, le pedí que se acercara al lateral del coche y se asomara por la ventanilla. "¿Eres Juan Luis?" "¡No!" – me soltó más cabreado que un mono. Jolín, perdona, tampoco es pa ponerse así. Cinco minutos después, el verdadero Juan Luis me reconocía sin problemas.

La otra cita a ciegas, la de verdad, era más un reto que otra cosa: "A las 2 a.m. en el Mate. Estaré sentado en uno de los sillones rojos que hay a la derecha. Te reconoceré y me levantaré. Te daré un beso en la boca y, según tu reacción, me quedaré o me iré."Sigue leyendo