Hiromi es una pianista japonesa con cara de niña buena, extremadamente expresiva en la interpretación. Se ve que disfruta con todo lo que hace. Su música no tiene problema para fluir entre múltiples y complejos compases. Ha asimilado las diferencias culturales y estilísticas absorbidas de una vida en permanente 'jet lag'. El efecto es una combinación de asombro y agotamiento ante una banda cuya sinergia prospera, cuyo sonido está inspirado por las explosivas e impulsivas habilidades y por las diferencias estilísticas entre ellos..

A Hiromi le gusta obsequiar con interpretaciones de alto voltaje. Su propuesta es algo inclasificable. Mezcla de Oscar Peterson, Ahmad Jamal, Carla Bley y King Crimson, con cierta tendencia al efectismo. Jazz fresco y aventurero tocado con el corazón, y una técnica pianística sencillamente desbordante de la que extrae gran cantidad de recursos.

Nada produce una sacudida más fuerte que su versión de 'Caravan': desarmante, descabellada y a toda velocidad, suena más como el producto de una colaboración entre Frank Zappa y Jeff Beck que a Ellington. Le quedó rockerizada, pasando también por un tono arábico de pulso cabalgante y un modélico jazz latino.

La interacción con el guitarrista dio sus frutos en una hermosa revisión de 'My favourite thing', pero también en un añejo tema de pop nipón, 'Sukiyaki'. La joven pianista sabe acomodarse a las sutilezas de la música, exponiendo a veces su lado más romántico, y a veces revolcándose en la digitación efusiva y errática del jazz fusión. Es como si buscara en ese eclecticismo la particularidad de un estilo nada sencillo.

Pero vale decir que el cuarteto de Hiromi, muy compenetrado, es pura electricidad, y el elemento sorpresa siempre se presenta cuando menos se le espera. Hiromi se dejó el cuerpo y el alma en su piano y sus teclados, y en el bis salió sola y tocó en un vibrante solo de piano: 'I Got rhythm', la pieza de 'Un americano en París', de George & Ira Gershwin, que trajo a la mente al legendario Art Tatum. Esta chica lo tiene todo. Sensibilidad, virtuosismo, precisión, retazos de los pianistas más grandes... y el ritmo.

Gitana de Guinea

Concha Buika -"gitana de Guinea sin bata de cola", tal y como la describió Joaquín Sabina- tiene angustia en la voz, desgarro y penita. Tras un preludio del piano y el cajón, apareció en el escenario descalza y elegantemente vestida de negro para iniciar su concierto, interpretando con su particular estilo 'Volver'.

Buika editó un personal homenaje a Chavela Vargas ('Él último trago'), con el piano de Chucho Valdés. Faltó la colaboración de éste, pero su sustituto, el joven pianista Ivan Melón Lewis, mantuvo el tipo dirigiendo el trío de músicos cubanos.

Dicen que es la cara femenina de El Cigala, pero a Buika le sobra paño y resto. Dio una pequeña muestra de por qué, sin proponérselo, se ha convertido en una de las voces que abandera la nueva copla, explosión de sentimiento que vaga entre la felicidad, la melancolía y la nostalgia.

Buika es mucho más que la intérprete de flamenco que recrea dolor y pasión con una voz desgarrada y penetrante.

Es una artista plena, una cantante que rompe con estereotipos; se hunde en sus emociones, emergiendo de ellas con una increíble voz, para revelar su alma en coplas tradicionales y fusiones de flamenco, jazz, rumba y ritmos afro-cubanos, en conmovedoras letras de amor y desamor con el desconsuelo tatuado y su voz desgarrada e intensa, algo cascada...

Cantó algunas coplas tatuadas con su marca inconfundible y vimos a la Buika salvaje, esa que convierte su cuerpo en un instrumento musical y saca el sonido de las vísceras. Esa que aúlla a la luna como una loba para calmar el dolor del desamor, que canta con el dolor de su pecho. Para ello eligió mayormente temas del repertorio de Chavela, haciendo eje en composiciones de José Alfredo Jiménez ('Las ciudades', 'El último trago', 'Un mundo raro'...), algunos clásicos 'argentinos' del repertorio de Chavela ('Canción de las simples cosas', 'Somos'), el soberbio 'Luz de luna' o 'El andariego' de Álvaro Carrillo. Volvió con su himno 'Jodida pero contenta', y se despidió estremeciendo con 'Ojos verdes' por bulerías y a capella.

Chavela es agreste, rudimentaria, áspera y pura. Buika maneja una interpretación más sofisticada, sin que esto signifique un juicio de valor. Las dos pertenecen a una estirpe de cantantes que ya no existen. Derrochando calculada espontaneidad y ocurrentes presentaciones hasta el sonrojo, recordaba a La Lupe cantando boleros o las rancheras revanchistas de Paquita la del Barrio. La Buika es una excelente cantante, pero este hecho no es garantía para decir cosas sensatas.