La vida de Francisco Ayala ha sido tan intensa y tan agitada como lo fue el siglo XX, lleno de guerras y genocidios. Algunos de esos conflictos, como la Guerra Civil española, influyeron de forma decisiva en la trayectoria del escritor, que también vivió en Alemania la gestación del nazismo.

Comprometido con la época que le tocó vivir y dotado de una inmensa lucidez y de una curiosidad inagotable, Ayala procuró soportar sin doblegarse las adversidades que le tocó vivir, y, como el gran intelectual que fue, supo enriquecer su obra con las lecciones que iba extrayendo de los grandes acontecimientos del siglo XX.

La proclamación de la II República, la Guerra Civil, el prolongado exilio en Argentina, Puerto Rico y Estados Unidos, y los cambios que experimentó el mundo tras la Segunda Guerra Mundial fueron dejando su huella en la personalidad y en la extensa obra de este escritor, merecedor de premios tan destacados como el Nacional de las Letras, el Príncipe de Asturias, el Cervantes o el de las Letras Andaluzas.

Nacido en 1906 en Granada, Ayala asistió desde niño a procesos políticos importantes, entre ellos el Antiguo Régimen, la monarquía de Alfonso XIII o la dictadura de Primo de Rivera, que, como el escritor le dijo a EFE en alguna ocasión, fue un régimen "bastante civilizado en el que no se cometieron barbaridades", como las que años después tendrían que padecer los españoles.

En 1929 viajó a Berlín con una beca de ampliación de estudios, y en los dos años que estuvo en la capital alemana asistió a la afloración del nazismo.

En Alemania se encontró con "la descomposición del Estado liberal y con la extensión de una sociedad de masas que, bien manipulada por los nuevos medios de control ideológico, estaba derivando en el totalitarismo nazi", señala el poeta Luis García Montero, comisario del centenario de Ayala, en la biografía "Francisco Ayala. El escritor en su siglo", publicada por la Diputación de Granada.

Con su inmensa lucidez, Ayala vio venir la catástrofe que se avecinaba en Europa y lo reflejó, por ejemplo, en el prólogo de la traducción que hizo en 1934 del libro "Teoría de la Constitución", de Carl Schmitt.

En ese prólogo, según le decía a EFE García Montero con motivo de la publicación de su biografía, Ayala veía que "la mirada nacionalista" de Schmitt "podía conducir a enfrentamientos bélicos y provocar una contienda mundial".

La proclamación de la Segunda República en 1931 le hizo identificarse con el proceso de modernización democrática y social que vivía España.

El estallido de la Guerra Civil le sorprendió al escritor dando unas conferencias en Chile. Su sentido del deber le hizo regresar a España, "sabiendo que la guerra estaba perdida de antemano". Tenía que estar en su país, "con los suyos", y por eso aceptó desempeñar labores de diplomacia como secretario consejero de la Embajada española en Praga.

Esa forma de actuar "es un sentido ético innato, no meditado", decía Ayala en una de sus entrevistas con Efe.

La Guerra Civil tuvo trágicas consecuencias para su familia. El escritor perdió a su padre, que fue fusilado, y a su hermano Rafael, también ejecutado.

Al finalizar la guerra comenzó el largo exilio de Francisco Ayala, que lo llevaría a Argentina, Brasil, Puerto Rico y Estados Unidos. Fueron casi cuarenta años que el escritor vivió, "no como una nostalgia, como una condena, sino como una realidad". "Sabía que la España republicana había desaparecido, y decidió abrir los ojos al mundo", señalaba García Montero.

Sus trabajos de sociología y de política de los años cuarenta reflejan cómo Francisco Ayala había comprendido que, después de la Segunda Guerra Mundial, "el mundo había cambiado completamente". Y "empezó a hablar de la unificación tecnológica del mundo, que es lo que hoy llamamos globalización", añadía el autor de "Vista cansada".

En 1977, y tras haberse jubilado como profesor en Estados Unidos, Ayala fijó su residencia en Madrid, cuando España estaba inmersa en la Transición a la democracia, otro proceso importante que le tocó vivir: "Fue interesantísimo como experiencia política. El consenso que hubo entonces fue notable e inesperado", dijo el centenario escritor en una de sus últimas entrevistas.