La Asociación Pro Música de Murcia celebró la inauguración de su temporada con el primero de los conciertos del que llama Ciclo de Cámara, y que coprograma con el Auditorio regional. 'Concerto grosso en Fa mayor, op. 6 nº 9', de G. F. Haendel, 'Concerto-sonata para trompeta y orquesta en Re mayor' y 'Concierto para violín, trompeta y cuerdas', de G. Ph. Telemann, 'Concierto para violín en La menor, BWV 1041', de J. S. Bach, y 'Pequeña serenata nocturna, KV 525', de W. A. Mozart, fue el programa que interpretó la Orquesta de Cámara de Berlín, a las órdenes de su directora-concertino, la violinista Katrin Scholz, solista, también, en la obra de Bach, y en la segunda de Telemann, en ésta junto al trompetista Lars Ranch, que antes lo había sido en la primera del mismo autor.

Quince instrumentistas, catorce de arco y uno de tecla, formaron la orquesta. Con instrumentos no de época, salvo el clave, copia de uno original, si bien algunos de los arcos parecían, desde la distancia del anfiteatro, no modernos, pareciendo, igualmente, que la concertino-directora, utilizó dos tipos de arco. Lo que importa, en cualquier caso, es la calidad de las ejecuciones e interpretaciones, y la Orquesta de Cámara de Berlín aprobó con buena nota. El sonido, la afinación, el empaste, la justeza, la precisión, la forma de tocar, indican profesionalidad y calidad. Aunque, en cuanto a la interpretación, cabría observar que, si bien hubo muy buen estilo, éste fue un poco rutinario. Hace ya años que sobre la música barroca, en especial, y sobre autores clásicos se creó una jurisprudencia, un cuerpo de doctrina, que puede gustar o no. Las interpretaciones escuchadas no ahondaron en asunto de criterios, ni se complicaron en profundidades de conceptos, sino que se basaron fundamentalmente en procurar la máxima corrección en aspectos de ejecución, sonoridad y otros, por lo que podrían calificarse como no mucho más allá de lecturas, eso sí, excelentes lecturas, realizadas con fluidez, naturalidad, sin sofisticación, totalmente inteligibles y gratas de escuchar.

La concertino-directora sugirió, motivó, llevó, con equilibrio, delicadeza y musicalidad, las mismas cualidades que mostró como solista, con total solvencia técnica y sonido cuidado, aunque algo restringido. Bastante más sonoro se mostró el trompetista, si bien un tanto desigual, con cierta leñosidad, y con menos delicadeza, aunque se centró más en la obra en la que compartió protagonismo con la violinista. El concierto agradó mucho a los asistentes, aunque algunos comentaban que lo que más les había gustado fue el Mozart, tanto el del programa como el del 'Divertimento' de la propina, paradójicamente, lo que más podría parecerse a la música de cámara.

Al respecto de lo cual, y sin extendernos en consideraciones, llamar a estos conciertos Ciclo de Cámara, induce a pensar a los socios, público e invitados, que es música de cámara lo que no lo es. Lo de ahora no lo ha sido. Y mucho menos es música de cámara, una obertura de Rossini, un concierto para piano y orquesta de Brahms o una obra sinfónica de Mendelssohn, con una orquesta de cuarenta músicos. Y, a propósito de los jóvenes invitados, unos se comportan muy bien, pero otros muy mal.