El mundo del blues vive una renovación sin cambio. La sorpresa mayor tiene cara de mujer: Susan Tedeschi, guitarrista y cantante nacida en Massachusetts (EE UU), en 1970. Una rubia inspirada. Pese a su look de tímida rubia norteamericana, Tedeschi es dueña de una de las voces más originales del blues contemporáneo. Toca la guitarra a la manera 'vaughaniana', con un repertorio de inspiradas canciones propias en las que hay toques rockeros, pop y rhthym & blues.

Su talento quedó consagrado en el disco 'Just Won´t Burn', que obtuvo varias nominaciones para los últimos Grammy, y que incluye canciones como 'Rock Me Right', con la que se despidió (con un comienzo que pone a prueba sus cuerdas vocales) o 'It Hurt So Bad', uno de sus temas más sobresalientes.

Cuando Susan Tedeschi saltó al escenario con su vestido de cocktail negro, zapatos de tacón y sus gafas (debe ser un poco cegata) parecía más una bibliotecaria, que una aguerrida cantante de blues&rock.

Hizo su primera canción, y el público, que llenaba el foso, enloqueció literalmente. Su voz llenó el recinto, y sus habilidades a la guitarra eran realmente increíbles. Tedeschi es una vocalista, guitarrista y compositora de blues que viene pisando fuerte en los últimos años por su personal voz y su desgarrada forma de cantar y de concebir este arte. Su voz, vibrante y versátil, la acerca a veces a una inspirada mezcla de Janis Joplin y Bonie Raitt, capaz de añadir sutiles cambios emocionales a las baladas a fuego lento o rockear con los chicos de su banda. El repertorio fluía como un remolino ecléctico, mostrando la versatilidad de Susan sin perder su identidad como artista de rock y blues con todas las de la ley: desde la ultra-funky 'Butterfly' y la soulera 'People', con toda su carga política, a 'Talking About', que recuerda el feeling de Janis Joplin, o una versión de Dylan, 'Don´t Think Twice It´s Alright', convertida en una emocionante y cenagosa balada con la que terminó enganchando a la audiencia a su locomotora. Susan Tedeschi dio un concierto inspirado que destilaba emoción sincera. Su voz se escuchaba clara y poderosa, pero también lasciva y rugiente cuando la ocasión lo requería.

Dio la impresión de que el concierto se iba construyendo sobre la marcha. Aquí se percibió un ramalazo blues, singular en cierto modo, durante buena parte de la velada, que se animó desde el primer blues que interpretó a un ritmo delirante ('Litle by litle'), donde los músicos le daban su propio impulso para retomar después la melodía. La noche continuó por las alturas.

Ella es una especie de versión joven de Bonnie Raitt; su voz tiene nervio y actitud, y lo demostró desde el primer momento, incluso versionando a los grandes: 'There´s a break in the road', de Allen Toussaint.

Nadie puede acusarla de acaparar el escenario, y menos su excelente banda de apoyo, liderada por el supremo saxofonista Ron Holloway. El tipo sabe soplar. La propia Tedeschi se reveló como ágil guitarrista, pero dejó ocasiones para lucirse con la guitarra a Dave Yoke, al que no le asustaba el foco. Añadimos al batería Tyler Greenwell, a Ted Pecchio al bajo y Matt Slocum a los teclados y órgano. Tedeschi es una afortunada 'band leader'. Lo más curioso es que incluso después de dos Grammy, un disco de oro y más elogios, todavía parece humildemente sorprendida cuando el público pierde la cabeza en su actuación en directo. ¿No es un cielo?

El programa doble lo inició un nostálgico espectáculo titulado 'Laura Simó & Francesc Burrull interpreten Serrat'. La colaboración de Burrul con Joan Manuel Serrat arranca en 1967, firmando los arreglos del LP 'Canço de matinada'; el músico volvería a reencontrase con Serrat para firmar los impecables arreglos del álbum 'Miguel Hernández', uno de los trabajos de más exquisita concepción musical del cantautor catalán, del que Burrul fue director musical y pianista en los primeros años 70.

Laura fue vocalista de Tete Montoliú, y lo suyo es puro derroche de facultades. Cantó de manera emocionante los clásicos de Serrat con su voz de gran intérprete crecida en el mundo del jazz. Laura interpretó con su dicción perfecta y su cercanía al público, y lo hizo al lado de otro gran maestro, un histórico y fundamental músico en la trayectoria del primer Serrat (Burrul). Fue un auténtico disfrute escuchar de sus notas canciones que él mismo había ayudado a dar a luz sobre poemas de Miguel Hernández. Y por supuesto, fue un placer escuchar en la voz de Laura Simó canciones que ya Serrat dejó de cantar hace años, joyas antiguas como 'Lucía', 'Tio Alberto', 'El niño yuntero' y 'Barquito de papel'; canciones de amor como 'No hago otra cosa que pensar en ti' con arreglos jazzísticos, y el bolerazo de 'Aquellas pequeñas cosas', una de las letras más personales y emotivas de Serrat. Pero, sobre todo, conmovió 'Para la libertad', que aún produce un nudo en la garganta terminando con aquel último signo de resistencia ("aún tengo la vida").

A partir de ahí entraron en escena el contrabajista Miguel Ángel Cordero y el batería Josep Piño, que montaron una pieza instrumental, 'El Meu Carrer'. Por supuesto no faltó 'Mediterráneo', y no dejó de ser curioso escuchar canciones como éstas en la interpretación de una voz femenina como la de Laura Simó. A los bises cayeron 'Cantares', que dio la impresión de quedarles un poco grande, y 'Paraules de amor', que no logró convencer al público para que la cantara. Había vocación de espectáculo total. El público, caluroso, aplaudió el derecho de vivir, por una noche, como una gran estrella.