"Como el toro he nacido para el luto y el dolor, como el toro estoy marcado por un hierro infernal en el costado".

Que me perdone Miguel Hernández por utilizar sus versos para hablar de fútbol pero no he podido resistir la tentación. Ver al Murcia es sufrir y la mañana del domingo no fue una excepción. Un empate que podía parecer bueno a priori ante un cada vez menos firme, yo diría que ex, candidato al ascenso, se demostró insuficiente para dormir fuera de los puestos de descenso merced a la victoria del Cádiz ante el Elche. Tan apretada está la encarnizada lucha por la permanencia que hasta el Real Unión ha resucitado y se ha metido en la pomada.

El gol de Capdevila en el Ruiz de Lopera únicamente sirvió para sumar un punto que tuvo más de sutura que de positivo para un club históricamente abonado al sufrimiento y a la decepción, dueño de una historia centenaria con un ascenso cada cinco años, un descenso cada lustro y tres temporadas miserables de cada cinco. Este curso no será una excepción.

Con el empate de Sevilla los de González suman seis jornadas sin ganar y prolongan una lamentable racha que les ha llevado a sumar dos pírricos puntos de los últimos dieciocho disputados. La vida es corta. Quedan sólo cinco jornadas y el crédito se agota para un equipo sumido en un preocupante bache de resultados y de juego que parece conducirle sin remedio a un destino trágico e inevitable.

Al menos, siempre nos quedará el consuelo de la poesía.