El Real Murcia ha vuelto a las andadas. En uno de los peores partidos de una temporada repleta de partidos malos, los granas cosecharon un lamentable y, lo que es peor, merecido resultado ante un rival venido a menos, reconvertido en un puñado de jornadas de caída libre de eterno candidato al ascenso a sufrido aspirante a la permanencia.

El partido quedó sentenciado con el primer gol del Rayo ya que en ningún momento se vieron atisbos de reacción en unos locales que volvieron a dar la imagen blanda del boxeador que se va a la lona al primer golpe y ya no levanta cabeza esperando que suene la campana que acabe con el castigo. Sólo era cuestión de que pasaran los minutos y de ver cuántos le caían antes de la pañolada final con la que la afición mostró su descontento. Hasta la lluvia caía sin ganas el domingo por la tarde.

Para colmo, esto se parece cada vez más al "Cuento de Navidad" de Dickens, donde a su amargado protagonista se le aparecen sucesivamente el fantasma de las Navidades pasadas, el de las presentes y el de las futuras. El primero tomó prestada la calva de Movilla para llevarse los tres puntos, igual que hace una semana se metió en el cuerpo de De Lucas para hacer un gol, hace quince días en el bigote incorrupto de David Vidal y mucho antes en los pulmones de Acciari. Con tantos ex sueltos por la categoría arramblando con todo el panorama es desolador.

El fantasma de las Navidades presentes es el de los penaltis fallados que pone el dedo en la llaga de vez en cuando y el de las futuras todos sabemos cual es: el fantasma del descenso y la desaparición planeando sobre el club como un buitre buscando carroña.