Han pasado tres lustros desde el accidente ferroviario causado por el choque frontal de un Talgo y un tren de mercancías en Chinchilla que dejó 19 muertos y decenas de heridos, pero las mejoras en el ferrocarril anunciadas desde entonces apenas resultan apreciables. La fecha del 3 de junio de 2003 sigue escrita a fuego en la memoria de los pasajeros que sobrevivieron a la tragedia, muchos de ellos con secuelas irreversibles, aunque oficialmente nadie parece tenerla presente en las instituciones públicas encargadas de velar por el transporte ferroviario. Muchos de los fallecidos quedaron atrapados en los vagones en llamas, porque las puertas quedaron bloqueadas.

El jefe de estación de Chinchilla relató que al llegar el Talgo procedente de Madrid con destino a Cartagena le dijo al maquinista que esperase hasta que llegar el convoy de mercancías para emprender la marcha y puso el semáforo en verde, aunque el juez consideró durante la vista celebrada años después que realmente se había olvidado del convoy que se acercaba en sentido contrario cuando le dio la señal de paso.

A pesar de que el centro de control de la circulación ferroviaria de Renfe tuvo conocimiento de que los dos trenes circulaban por la misma vía en sentido contrario antes de que llegaran a encontrarse, los medios técnicos y las posibilidades de comunicación que existían en aquella línea no permitieron alertar a los maquinistas para que detuvieran la marcha. Fue imposible hacer nada para evitar la catástrofe que costo la vida a 19 personas, entre las cuales se encontraban los dos conductores, porque la fatalidad hizo que la zona por la que avanzaban no tuviera cobertura para contactar con ellos. Ninguno pudo escuchar los mensajes que les enviaron para que detuvieran su marcha.

En la actualidad no se produciría un accidente como aquel, porque meses después de la catástrofe se instaló en la línea de Cartagena a Chinchilla un sistema de bloqueo automático que impide iniciar la marcha a un tren cuando desde la estación más próxima circula otro en sentido contrario. Renfe había iniciado meses antes la contratación de este mecanismo de seguridad que a partir del accidente del 3 de junio de 2003 fue implantado en todas las líneas ferroviarias españolas que carecían de él.

El hecho de que la colisión entre los dos convoyes se registrara fuera de la Región, en la provincia de Albacete, ha permitido mantener alejados los dramas que causó y el dolor de las víctimas. Pero las pavorosas imágenes de los trenes ardiendo y los relatos de las víctimas que consiguieron escapar del fuego causado por el encontronazo, a pesar de las heridas que habían sufrido al salir despedidos, siguen mereciendo una atención que nunca ha llegado a producirse en la Región, más allá de los actos que se han celebrado en Chinchilla en recuerdo de los fallecidos.

Quince años después la línea de Cartagena a Chinchilla apenas si ha mejorado. Los antiguos Talgo fueron reformados por Renfe para mantenerlos en uso con el nombre de Altaria, a la espera de que la llegada del AVE permitiera retirarlos de la circulación. Pero el AVE no ha llegado y como mucho se espera que pueda entrar en fase de pruebas antes de final de año. Fomento puso en marcha también la construcción de la variante de Camarillas, que debía acortar el viaje en unos 20 minutos al alejar la vía del pantano del mismo nombre, pero, después de muchas vueltas, la obra quedó abandonada en 2010. Aunque la construcción se retomó con dinero de la Autoridad Portuaria de Cartagena, ha vuelto a retrasarse y tampoco está claro que entre en servicio este año, dado que necesitará también meses de pruebas antes de que pueda ser utilizada por los trenes de pasajeros.