Su currículum, además, de extenso, constata la proyección internacional de este economista español especializado en gestión económica de recursos naturales en sus diversos ámbitos: agua, cambio climático, energía, contaminación atmosférica, diversidad biológica, etc., con énfasis en el desarrollo económico y social. Una actividad que ha desarrollado en decenas de países de todos los continentes. Además asesora en ambas materias a distintos organismos de la Unión Europea . El martes va a participar en el Aqua Forum de LA OPINIÓN, y expondrá su visión sobre sequía y escasez.

¿Dónde quiere poner el acento durante su intervención?

Principalmente, pretendo mostrar hasta qué punto el análisis económico nos ayuda a entender las causas de la escasez estructural y el riesgo de sequía. Mostrar cómo hay una serie de factores que nos permiten entender la situación que vive la cuenca del Segura y todas las cuencas mediterráneas o en países con condiciones de aridez o semi aridez, que son bastantes similares. Hay mucho que aprender de cómo en estos lugares se han enfrentado a estos desafíos.

Usted es economista y experto en Agua. ¿Es difícil encontrar el equilibrio entre la conservación de este recurso y su explotación con fines económicos?

Es difícil encontrar el equilibrio, pero merece la pena ir hacia ello. Hay una falsa discusión entre la consideración del agua como bien económico y como bien ambiental. La gestión del agua es una gestión de conflictos de uso y de situaciones donde se pretende no utilizarla. Por ejemplo, el mantenimiento de un humedal o una laguna para servicios recreativos. Creo que lo importante es entender que cuando vemos el agua como un factor limitante para el desarrollo social y económico, estamos reconociendo a la vez algo positivo, y es que también es una oportunidad de gestionarlo mejor. Esto implica no caer en el error de la dicotomía entre usos económicos y los que no lo son, porque ambos se realimentan. El agua es un factor limitante, sobre todo en cuencas con un gran estrés hídrico como la del Segura, pero es también una gran oportunidad de llevar a cabo una buena gestión del agua.

Y en la cuenca del Segura, pese a su déficit estructural se ha hecho mucho, se vigila al milímetro su consumo. Y pese a ello seguimos dependiendo de agua de fuera... ¿Podremos llegar a ver alguna otra interconexión de cuencas en nuestro país?

En este asunto hay que tomar altura. Si el agua es tan importante, tenemos que ser capaces de tomar decisiones que trasciendan la mirada estrictamente local y regional. Porque no ayuda, pues los conflictos territoriales y de cohesión social en torno al agua no tienen fácil solución si no logramos que se traten desde una política de Estado y que ésta haga un ejercicio para separarnos de afirmaciones maniqueas que no ayudan al ciudadano a entender, como las escuchadas estos días a raíz de las inundaciones del Ebro, sobre los millones de litros vertidos al mar, y con las que se defienden obras de canalización. Y esto, en las condiciones actuales no es viable.

¿Qué camino hay que seguir?

En el caso de Murcia hay que ser capaces de encontrar soluciones que permitan diversificar las fuentes de oferta de agua y que se vaya avanzando en la reducción de sus niveles de dependencia del agua procedente de otras cuencas. A la Región de Murcia se le presenta una oportunidad histórica de liderar a nivel europeo la economía circular en este campo. Y mostrar que uno no sólo lidera el desarrollo de la agricultura para la exportación, sino también tiene capacidad de liderar esa economía circular que llevará a una actividad agraria cada vez más sostenible.

Pero en la Región de Murcia ya se han dado pasos de gigante, sobre todo en el tema de la reutilización y modernización de regadíos y poco más queda por hacer. Se pide más desalación, pero a su vez se sabe que esos recursos si no se mezclan, tienen poco recorrido para la agricultura. Por eso se sigue mirando hacia otras cuencas...

Nuestra sociedad ha mostrado una capacidad impresionante en las últimas décadas no sólo en relación a la cuenca del Segura, sino de otras, para movilizar recursos, y para generar infraestructuras que permitiesen acumular agua para cuando fuera necesaria y para trasvasarlos. Pero no hemos mostrado la misma capacidad para conservar las masas de agua ni para ver cómo utilizar infraestructuras como las desaladoras. España es uno de los cinco países del mundo con mayor potencia instalada de desalación pero hasta esta sequía sólo estaban produciendo al 17%. Y no por razones tecnológicas ni operativas, sino por el diseño de incentivos: no encuentran demanda.

Es que el precio para la agricultura es excesivo.

Sí, en torno a un euro el metro cúbico, mientras que un regante afronta costes de bombeo del agua de los acuíferos cuatro o hasta cinco veces menos. Así, mientras que no seamos capaces de entender que tenemos que tratar todas las fuentes de agua posibles de manera conjunta y gestionarla como un conjunto estaremos permanentemente enfrentados. Y en el tema de la desalación, si nuestras empresas son capaces de resolver los problemas fuera de nuestras fronteras (tratamiento de las salmueras, reciclado de las membranas, uso de energías renovables, etc.) también lo pueden hacer aquí. Pero aunque logremos solucionar estos desafío tecnológicos, quedará el desafío de la gobernanza: cómo hacer para encontrar una demanda efectiva para estos recursos y para tratar este agua en el conjunto de los usos que podrían demandarla.

¿Y cómo se podría lograr?

Para que nos hagamos una idea. El volumen de agua que resulta de sobreexplotar los acuíferos del Levante español es equivalente a la cantidad de agua que ha estado inutilizada en las plantas de desalación: unos 600 hectómetros cúbicos por año. Así progresivamente, y con todas las cautelas necesarias para el riego, estableciendo una mezcla con otras aguas, tendríamos que ser capaces de ir reemplazando un recurso escaso, como los acuíferos, con otros que no no lo son como el agua del mar, y para el que ya hemos generado en el país un desarrollo tecnológico, institucional y de conocimiento que no se puede desperdiciar. Los acuíferos, sobreexplotados en su mayoría a niveles insostenibles, deberían servir como un elemento de amortiguación para eventos como la sequía de estos últimos años. Insisto: la solución no va a venir de ninguna de las fuentes de oferta de agua por sí sola, sino de nuestra capacidad para gestionar todos los recursos disponibles de una manera óptima.

¿Se puede concluir de lo expuesto que no es partidario de mirar hacia otras cuencas para cubrir las necesidades?

En general creo que lo que tenemos que entender es que esa es una solución en la que hay un conflicto creciente, en la que cuando se han dado circunstancias políticas que pudiesen favorecer la eliminación del conflicto, porque el mismo color político gobernaba los territorios afectados, el problema no se resolvió. Es un problema que trasciende la coyuntura política y de difícil solución. Por tanto, yo considero que hay maneras de avanzar en la autosuficiencia y de entender que un recurso vital para el desarrollo social y económico para esta Región y esta cuenca (y de las mediterráneas en general) puede convertirse en una oportunidad para establecer determinadas medidas que afectan a los sectores que ejercen más presión sobre el agua pero no planteándolas como una restricción, sino como una oportunidad.

¿Por ejemplo?

Cuando un recurso es escaso, debe servir de estímulo para el desarrollo tecnológico, para modernizar sistemas de riego, para trasladar las ganancias que se obtenían en los planes de eficiencia de agua a las cuencas, para establecer mejores regímenes de caudales ecológicos... Hay un concepto que se utiliza mucho a nivel internacional, el de ´cuenca cerrada´, en la cual la disponibilidad de recursos renovables de agua a medio y largo plazo ya no permite abastecer las demandas presentes y futuras. Esa brecha indica que la cuenca del Segura es cerrada. Y debemos ser capaces de optimizar el agua que tenemos para gestionar las demandas actuales y futuras.

Pero las demandas crecen; y no ya las necesidades agrícolas sino las turísticas, por ejemplo.

Está claro y no sólo a nivel regional sino que a nivel de país tenemos que reflexionar sobre nuestro futuro modelo productivo. Por ejemplo, en el caso del turismo las proyecciones actuales es de que en pocos años lleguemos a recibir cien millones de visitantes extranjeros, y las tres cuartas partes se concentrarán en el Arco Mediterráneo, en el Golfo de Cádiz y en los archipiélagos. Curiosamente donde existe más estrés hídrico; y además los turistas se concentran sobre todo en entre mayo y septiembre. Esto produce una presión sobre el recurso que hay que tener muy en cuenta y ver dónde están los límites de nuestro modelo productivo. Está claro que turismo y agricultura para la Región son fundamentales para el PIB, pero debemos generar pautas que permitan que sean sostenibles en el tiempo: ¿Cómo hacemos para mantener ambos sectores haciéndolos compatibles con el medio ambiente y con la continuidad de nuestro modelo de desarrollo para garantizar niveles de bienestar? El desafío está en garantizar la seguridad hídrica a medio y largo plazo en un contexto de adaptación al cambio climático.

Pero sigue habiendo gente que no considera que estamos ante un cambio climático.

El aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero ha generado un cambio en la composición química de la atmósfera. Y esto no es una opinión, hay teorías y evidencias científicas que lo constatan: Diecisiete de los años más cálidos desde que hay registros se han producido en los últimos 18 años. Y estos cambios en la atmósfera generan un aumento global de la temperatura, en la tierra y en el mar. La mayor incertidumbre no es sobre los impactos que provoca, sino sobre su intensidad y sobre nuestra capacidad de adaptarnos. Ahí es donde se está concentrando la investigación para entender cómo mitigarlos, y cuál es el coste al que debemos incurrir. Y el cambio climático lo que hace es amplificar los problemas preexistentes, no provocarlos; y también añade razones para actuar.

Usted es asesor en políticas de aguas y de cambio climático en la Unión Europea, pero desde aquí se considera que las políticas europeas en materia de agua están pensadas para países sin problemas de escasez...

Debo insistir en la idea central de todo lo que he comentado hasta ahora. Hay que dar la vuelta al planteamiento y no ver la actuación de Europa como una amenaza sino como una oportunidad seria de vincular a la escasez el modelo de desarrollo y hacerlo más sostenible. Y es saludable escapar de una posición defensiva para ponerse en una postura de liderazgo en la gestión del agua en Europa. Esta actitud positiva abre puertas y oportunidades tanto para las generaciones presentes como para las futuras. Éstas tienen el derecho a heredar oportunidades de bienestar y recursos que no solo les permita satisfacerlos, sino que también tengan el derecho a no heredar determinados conflictos seculares. A los jóvenes de Murcia hay que permitirles no estar a la defensiva; sino que puedan mostrar al mundo que la escasez estructural puede llegar a ser un factor competitivo de su economía.