El uso de productos fitosanitarios en el agua de riego puede acarrear problemas para la salud de los consumidores y para el medio ambiente. En la Región de Murcia, un tratamiento indebido del agua puede hacer que productos químicos nocivos acaben en el Mar Menor. Además, hay cultivos, como el melón, que pueden echarse a perder si el agua de riego no llega limpia de determinadas bacterias a los bancales. Esto hace que sea imprescindible proteger y conservar en buen estado este recurso tan escaso en la huerta de Europa.

En la Región de Murcia hay cerca de 20.000 balsas de riego, en las que se usan productos fitosanitarios para mantener la instalación limpia de hongos y algas. Afortunadamente, la normativa europea ha limitado considerablemente el uso de estos productos en la agricultura. Si bien, esta restricción de Bruselas no ha evitado que se sigan empleando los fitosanitarios, aunque sí ha propiciado que ahora se empleen químicos menos nocivos.

El problema que surge en la actualidad, es que al haber bajado la potencia de estos químicos, las balsas de riego de la Región ya no se mantienen igual de limpias que antaño. Para contrarrestar esta falta de efecto, una empresa ha iniciado la comercialización de un equipo antialgas y antihongos, que funciona por ultrasonidos. Así, solo con la emisión de frecuencias, son capaces de mantener las balsas de riego limpias sin la necesidad de utilizar productos tóxicos para el medioambiente y los humanos.

Desde Greenfuels Bioingeniería explican que ellos son los encargados de fabricar los equipos y de prestar un servicio integral de mantenimiento a sus clientes durante todo el año. De este modo, monitorizan la instalación y arreglan cualquier avería in situ. Su novedoso equipo, de muy alta potencia, pero de bajo consumo, es capaz de emitir múltiples frecuencias, para que las bacterias no se acostumbren a ellas y así lograr paralizar su proliferación en las balsas. Hasta la fecha, afirman que se utilizaban equipos que emitían una sola frecuencia. Esto, apuntan, ponía coto a las bacterias durante unos meses, pero en cuanto éstas se acostumbraban al sonido, volvían a proliferar en las balsas de riego. Defienden así que su equipo es más eficiente. De hecho, se comprometen a devolverle la inversión al cliente si en un plazo de 45 días sus equipos no han tenido efecto alguno.

Además de ayudar a una agricultura sostenible y ecológica, al evitar el abuso de productos químicos logran bajar la salinidad del agua almacenada. El equipo que instalan cuesta alrededor de 3.500 euros y el mantenimiento anual del mismo se contrata por unos 1.500 euros. La empresa ayuda a sus clientes para que puedan solicitar subvenciones europeas, a través de los fondos Feder, para cubrir parte del gasto que suponen estos equipos. Indican que se contempla el reembolso de hasta el 40% de todos los gastos derivados, siempre y cuando el equipo esté funcionando dos años.

Hasta en los cascos de los barcos

La compañía instaladora también está desarrollando la implantación de su novedoso sistema de ultrasonidos en las dársenas de los puertos marítimos. En el mar, consiguen que el casco de los buques mercantes eviten llenarse de suciedad durante el tiempo que permanecen amarrados en el puerto.