Rosario Campillo es una murciana que actualmente tiene 50 años y que en 2003 tuvo que cerrar su empresa, dedicada a la actividad inmobiliaria. Y no por la crisis, que todavía no asomaba, sino porque tuvo que cuidar a su madre, enferma de alzhéimer. Desde entonces lleva sin trabajar pese a que, sobre todo en los últimos tres años, una vez que ya no tuvo que cuidar de sus padres, ha buscado empleo de manera intensiva.

Rosario Campillo, que es administrativo y ha trabajado en bancos, despachos de abogados y notarías, participa activamente en los cursos que ofrece el SEF, aunque de momento no ha tenido suerte para encontrar un puesto de trabajo que se ajuste a su perfil profesional. «A veces te llaman para trabajar como ayudante de cocina en Sangonera, por ejemplo, por un salario que la mayoría de las veces no llega a los 500 euros. Eso implica que, además de que no tiene relación con mi formación profesional, te tienes que ir fuera de casa y te acabas gastando en gasolina más dinero del que ganas, por lo que no me sale rentable», afirma resignada, consciente de que tiene el doble de dificultades por el hecho de la edad. «En otros sitios donde sí contratan, el perfil que buscan es el de personas jóvenes», afirma resignada.

Sobre las medidas que adopta el Gobierno regional para ayudas a los desempleados de larga duración a conseguir un empleo, Rosario destaca que, aunque ella continúa en la misma situación en la que estaba cuando comenzó la búsqueda activa de empleo, «tienen un ideal muy bueno». Asegura que la tutora que le ha asignado el Servicio de Empleo y Formación (SEF) para ayudarle adaptar su curriculum vitae realiza un buen trabajo. No obstante, lamenta que, pese a las buenas intenciones, algunas políticas son muy difíciles de llevar a cabo con efectividad. «Al menos en mi caso», concluye.