La Región es la cuarta comunidad de España con más detenidos o investigados por delitos de odio. Así lo revela el último informe sobre delitos de odio publicado por el Ministerio del Interior, y que ofrece datos de 2016.

En concreto, en la Región de Murcia hubo en este periodo 56 sospechosos (arrestados o imputados) por este tipo de delitos. De los 56, 51 lo fueron por delitos relacionados con la ideología.

Por delante de la comunidad murciana se sitúan el País Vasco (96 detenidos), Andalucía (88) y Madrid (72). Cataluña comparte la cuarta posición con la Región: allí también hubo 56 personas investigadas.

En el conjunto de España, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad registraron en 2016 un total de 1.272 delitos de odio, lo que supone un 4,2% menos que en 2015. Dichos incidentes se distribuyen de la siguiente forma: antisemitismo (7), aporofobia (10), creencias o prácticas religiosas (47), discapacidad (262), orientación o identidad sexual (230), racismo y xenofobia (416), ideología (259) y discriminación por razón de sexo/género (41).

Volviendo a la Región de Murcia, en 2016 se registraron 37 delitos. De antisemitismo (hostilidad hacia los judíos) no hubo ninguno. Sí se dio uno contra las creencias o prácticas religiosas. Asimismo, constan nueve delitos relacionados con la discapacidad. Uno o dos contra la identidad sexual y un total de 18 (el grupo más numeroso) estaban relacionados con la ideología. En cuanto a las víctimas de estos delitos, en Murcia queda constancia de 41: de ellas, 11 son discapacitadas y 23 fueron atacadas por su ideología.

Respecto a los hechos esclarecidos, en 2016 fueron 27. De ellos, 18 por ideología.

Estas cifras podrían llegar a incrementarse si se diese parte a la Policía de todos los delitos que, en realidad, se cometen. Desde las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad apuntan que, cuando el ataque no pasa del insulto y no llega a existir agresión física, muchos de estos delitos ni siquiera se llegan a denunciar. «La gente prefiere no pasar por el trago de ir a Comisaría y, a veces, se queda en un mal rato y ya», manifiestan al respecto. Este silencio de las víctimas no aminora el daño psicológico que estas agresiones crean.

Aunque el Ministerio aún no ha hecho públicos los datos de 2017, uno de los casos de enfrentamientos por ideología más sonados en la Región lo protagonizó Lucía, alias ´La Intocable´. Era la joven que salía en un vídeo en el que se veía cómo le pegaban en la puerta de ´La Boca del Lobo´. Al poco se supo que esta chica era simpatizante de la ultraderecha (ella misma admitió que tenía «un pasado»), y tiempo después ella misma tuvo que comparecer en los juzgados, en calidad de investigada, por su implicación en un riña multitudinaria en la pedanía murciana de Churra. Por el ataque en ´La Boca del Lobo´ llegó a ingresar en prisión provisional Alejandro E. S., alias ´Topi´. Desde que el joven ingresó en la cárcel, colectivos de corte antifascista reclamaban su puesta en libertad. «Porque la autodefensa no es un delito», clamaban. Siempre sostuvieron que la derecha empezó la reyerta.

Samuel Rodríguez Ferrández, vicedecano de Calidad y Nuevas Tecnologías y coordinador de los Estudios en Criminología en la Universidad de Murcia, detalla que «la explicación a la tendencia de emplear la violencia, sea física, o incluso verbal sobre aquél a quien se considera diferente por la razón que sea, sólo se puede intentar esbozar a través de un análisis integrado de los factores que puedan identificarse en la conducta concreta de que se trate».

«Esto es, puede ser que influyan en ella factores relacionados con la educación del sujeto, su relación con un grupo que tenga por costumbre realizar estas conductas y las asuma como propias para lograr aceptación dentro de ese grupo, que tenga escaso autocontrol y/o elevada impulsividad o agresividad, que el contexto o situación en el que se produzca la agresión física o verbal la haya favorecido circunstancialmente existiendo todos, alguno o ninguno de los anteriores factores», espeta al respecto el profesor de la UMU.

El testimonio de Melecio Castaño, abogado

«El hecho de ser distinto a los demás está en la raíz de los delitos de odio. Es así de simple y de absurdo», tiene claro el letrado. A su juicio, «parece mentira que en el siglo XXI aún estemos así, pero lo cierto es que el ser humano, en vez de tratar de crecer intelectualmente y enriquecerse con todo lo que aporta la diferencia, opta por distanciarse y confrontarse con el otro: lo señala, lo estereotipa negativamente, y le niega la dignidad y sus derechos, para terminar desatando gratuitamente su violencia sobre él, a veces de forma extremadamente cruel». Castaño declara que «este tipo de conductas han existido siempre, pero la aparición de Internet y las redes sociales han favorecido su aumento de forma exponencial, por la facilidad y rapidez con que se transmiten y, sobre todo, por la sensación de impunidad que produce el anonimato». «No obstante, a medida que se ha ido incrementando la magnitud del problema, el ordenamiento jurídico también ha ido acrecentando su capacidad de respuesta», hace hincapié.

El testimonio de Samuel Rodríguez, Doctor en Derecho Penal y Criminología

«El análisis criminológico del tipo de factores que influyen en que una persona cometa un delito de odio no difiere del que se lleva a cabo para analizar la comisión de cualquier otra conducta antisocial; así, tales factores pueden ser de tipo individual (psicológicos, o biológicos incluso) o de tipo social (relación con el grupo de iguales, crianza, escolarización, etc.), esencialmente. Sólo a través de un análisis integrado de todos ellos se puede intentar encontrar una explicación criminológica». Así se expresa este profesor de la Universidad de Murcia, que puntualiza que « obviamente estos comportamientos se dan desde el origen mismo de las organizaciones sociales». No obstante, «está claro que su tipificación y persecución penal expresas y comprometidas por parte de los poderes públicos tienen que ver con la consolidación de los Estados sociales y democráticos de Derecho actuales, en los que se parte de la premisa, como valor superior, de que todos los seres humanos somos iguales y no pueden existir discriminaciones» de este tipo.