Cerca de 25 años han pasado desde que se presentara aquel ambicioso 'Plan Borrell' que prometía resolver los problemas de agua en España con la interconexión de muchas de sus cuencas hidrográficas. Aznar lo modificó manteniendo quizás la más importante medida concreta en favor del Sureste: El trasvase del Ebro. Sin embargo, tras 8 años de gobierno, solo la primera piedra de esta obra se sostenía, para acabar deslizándose en el barranco de los proyectos olvidados con la derogación del Plan Hidrológico Nacional el 19 de junio de 2004, ordenado por Zapatero. ¿Han escuchado decir algo al presidente Rajoy sobre este trasvase, desde que fuera investido? Yo tampoco. Para colmo de desgracias, por culpa de la sequía y del Memorándum del Trasvase, hace muchos meses que por los canales no nos baja ni una gota. A pesar de lo cual hay que satisfacer una tarifa fija, el famoso 'tasazo'.

Ahora bien, a pesar del abandono sufrido por el sector privado en lo referente a grandes obras públicas hidráulicas, en estos años ha florecido una extraordinaria industria agroalimentaria en el sureste, responsable del sostenimiento de gran parte de su economía. Y esta industria, que requiere de una fuente de agua continua y garantizada, sigue mirando al cielo, como en la Edad Media, para su abastecimiento.

Por esto mismo sería injusto silenciar la existencia de las desaladoras, entre otras, las del Programa Agua. Esta tecnología, la desalación, tiene la virtud de ofrecer garantía de suministro (porque no necesitan que llueva en ninguna cuenca para funcionar) por lo que, a diferencia del 'tasazo', la tarifa fija que se pagase por ellas sí llevaría aparejada la garantía efectiva del agua. Por ello, estas desaladoras son las que mayoritariamente están contribuyendo al mantenimiento del suministro en la Región de Murcia, cerrado como está el acueducto. Sin embargo, el desempeño de estas instalaciones está lejos de resultar óptimo, en muchos casos, por insuficiente conexión a la red eléctrica, y las principales no alcanzan al regadío ya que se deben al abastecimiento humano. La ampliación de la principal de ellas, Torrevieja, aún necesita más de dos años para estar operativa, según se ha publicado.

Si centramos nuestro análisis en el área de regadío más amplia de la Región, la perspectiva resulta bastante sombría. En la demoledora denuncia recientemente publicada por el fiscal jefe de la Región sobre la contaminación del Mar Menor, se apunta a la salmuera procedente de las desalobradoras del Campo de Cartagena como principal causa del desastre de la laguna. Y es ahora precisamente, por estar el trasvase cerrado, que las desalobradoras de los regantes resultan para ellos más necesarias que nunca. Sin embargo, la ley y la protección del Mar Menor van primero. ¿Cómo haremos para evitar que cumplir la ley y salvar al Mar Menor no aboquen al suicidio económico al Campo de Cartagena? Las claves para resolver este problema me las proporcionaba un amigo regante del Campo de Cartagena que me señala una solución inmediata ubicada en la Región y otra de medio plazo. La solución a medio plazo sería que la desaladora de Torrevieja alcanzara los 120 hm3/año y pusiera gran parte de esta capacidad al servicio del Campo de Cartagena. Pero lo que mi amigo no quiere advertir en relación a Torrevieja es que en la España actual, la ubicación de una fábrica de agua determina privilegios pues, si a Aragón se le adjudicó de hecho capacidad para vetar el trasvase del Ebro, solo porque el río pasa por su territorio, ¿no habrán de tener los regantes alicantinos de la Vega Baja preferencia sobre los del Campo de Cartagena, máxime estando ellos también necesitados? En cuanto a la solución a corto plazo, se trata de la desaladora de Escombreras, de la que hay abundantes referencias en la prensa regional y resulta bien conocida en todo el sector por ser la única infraestructura de producción y distribución de caudales de gestión pública (aunque de propiedad privada) de entre las que entraron en explotación tras la última sequía que sí funciona a plena capacidad, y se mantiene exclusivamente al servicio del regadío. Sin embargo, el volumen de peticiones de agua, según señala mi amigo regante, casi triplican la capacidad actual de esa desaladora. La buena noticia es que parte de las instalaciones, y especialmente la red de distribución, están sobredimensionadas y podría ampliarse la capacidad de la planta en pocos meses gracias, entre otras razones, a la flexibilidad del sector privado a la hora de trabajar.

Así pues se impone actuar con diligencia y responsabilidad, porque los políticos de la Región de Murcia tienen frente a sí un gravísimo problema donde no caben ya más ficciones. La urgencia es tan real como la necesidad y la posibilidad de una solución que pudiera abastecer, si bien parcialmente, que las necesidades de la zona más castigada de esta Región de emprendedores debe movilizarnos. No permitamos que la desidia de unos y los recelos de otros se impongan. Ni los productores y agricultores murcianos pueden seguir mirando al cielo, ni la Administración autonómica puede seguir cruzada de brazos cuando en su decisión está una razonable solución, que lo será tanto para el Campo de Cartagena como para el Mar Menor.