De los miles de santos que tiene la Iglesia en el mundo, cuatro son de la Región: San Leandro, San Fulgencio, Santa Florentina y San Isidoro, todos ellos hermanos según la Iglesia. Además, hay otras dos figuras más ligadas a la Región que también llevan sobre sus hombros el carácter de santidad. Son San Patricio, patrón de Irlanda, hasta donde fue a evangelizar, y de la ciudad de Murcia, y San Fernando rey, este último ligado a tiempos de la Reconquista de España. Sin embargo, la Diócesis de Cartagena aspira a incluir algún nombre más en esa selecta lista para quienes las puertas del cielo están abiertas.

Según el delegado episcopal de la Diócesis de Cartagena de las Causas para los Santos, Antonio García Valverde, en la Región hay más de 50 beatos, muchos de ellos nombrados en los últimos años por motivos de martirio o por haber llevado una vida con virtudes heroicas.

La última beatificación se llevó a cabo en Madrid el pasado 11 de noviembre y, de entre los 60 beatificados, doce pertenecían a la Diócesis de Cartagena, la mayoría eran de la ciudad portuaria, pero también había naturales de Totana, Archena y Jumilla. Todos ellos fueron declarados mártires de la Guerra Civil «por la fatídica persecución religiosa de los años 36 al 39», según explicó el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos del Vaticano.

La Diócesis de Cartagena no tira la toalla y tiene abiertos cinco procesos de canonización a los que aún les queda un largo recorrido en su camino para alcanzar «el reconocimiento de estar en el cielo», según indicó García Valverde.

Cuatro de estas causas son individuales y se corresponden con la religiosa Paula Gil, fundadora de las Franciscanas de la Purísima Concepción, la fundadora de Villa Pilar, María Séiquer, el sacerdote Juan Sáez Hurtado que desarrolló su vida religiosa en diversas parroquias, entre ellas las de Alcantarilla, Abarán y Beniaján, y el sacerdote Juan Paco Baeza, que trabajó en Jumilla y Puente Tocinos. Los tres primeros se encuentran en el paso previo a la beatificación, ya que ostentan la categoría de venerables, mientras que la causa de Juan Paco Baeza se encuentra en el primer estadio del proceso: siervo de Dios.

La quinta causa de canonización es «la gran causa, que acoge a 55 futuros mártires, entre los que destaca uno: Francisco Martínez García, que fue director de un periódico regional durante doce años y alcalde de Murcia. Martínez García nació en Molina de Segura y fue fusilado en Cuenca en 1936, mientras estaba de vacaciones. Sus restos están enterrados en la Catedral de Murcia.

Un proceso largo y minucioso

Un proceso largo y minucioso«Es un proceso largo, que puede llegar a eternizarse si los milagros necesarios tardan en aparecer», destaca García Valverde. «El camino de la canonización suele iniciarlo gente de órdenes religiosas o miembros de la Iglesia cercanos a alguien que ha llevado una vida santa. Pero también puede iniciarse desde la propia diócesis, como ha ocurrido con la gran causa de los 55 mártires en la Región», detalla.

Un milagro tiene que pasar por un filtro, el de peritos médicos y teólogos que colaboran en una instrucción canónica especial. «En Murcia no hay un encargado oficial, pero cuando se cree que hay un candidato a santidad se recoge el historial médico de la persona que ha sanado gracias a la intercesión del aspirante y se envía a Roma, donde sí que tienen a médicos especializados», explica García Valverde.

El principal problema en muchos casos está relacionado con el tiempo que ha transcurrido desde que falleciera el candidato a santo. En el caso de los mártires de la Región han pasado más de 70 años y la dificultad añadida es que no hay testigos directos con los que documentar los posibles milagros.

«Los santos son modelos que la Igelsia nos pone para imitarles en ciertos aspectos, para que nos ayuden. Muchos acuden a un santo para pedir milagros. Tal y como están las cosas, el mundo de hoy necesita más santos», sentencia García Valverde.

Procesos abiertos

Procesos abiertosJuan Sáez Hurtado. Es reconocido como venerable en 2017

El cura Juan Sáez Hurtado (1897-1982) nació en Alcantarilla y es una de las cinco causas de canonización abiertas. Desarrolló su vida en diversas parroquias, las más destacadas Alcantarilla, Abarán y Beniaján. Actualmente es venerable, el segundo paso hacia la santidad, «por haber vivido heroicamente».

María Séiquer Gaya. El Papa Francisco la nombró venerable en 2014

María Séiquer Gaya (1891 - 1975) fue una monja católica que sintió la vocación después del asesinato de su marido en 1936. Más tarde fundó junto a la madre Amalia Villa Pilar, más conocido fuera de la Región como el Instituto de Hermanas Apostólicas de Cristo Crucificado.

Juan Paco Baeza. Siervo de Dios desde el año 2010

Juan Paco Baeza fue sacerdote en Puente Tocinos y Jumilla, localidad en la que pasó más tiempo y donde el obispo de la Diócesis de Cartagena José Manuel Lorca Planes celebró una misa para comunicar que la Santa Sede había abierto el proceso para canonizar a este cura por su vida ejemplar.

Paula Gil. El papa la proclama venerable en 2017

Paula de Jesús Gil Cano (1849-1913) acudió a Murcia para ayudar a los huérganos tras la riada de Santa Teresa. Fundó la congregación de Hermanas Franciscanas de la Purísima Concepción en Murcia. El 14 de octubre de 1995 se abrió en la Diócesis de Cartagena el proceso diocesano para su canonización.

El largo proceso para ser santo

  • 1) Siervo de Dios. Se trata del primer paso hacia la santidad. Miembros de órdenes religiosas o una diócesis proponen al candidato, bien porque fue martirizado por ser cristiano, bien por haber llevado una vida con virtudes heroicas. Una vez que la Santa Sede acepta el proceso, la persona pasa a ser siervo de Dios.
  • 2) Venerable. Tras el reconocimiento como siervo de Dios, comienza la recogida exahustiva de testimonios y documentos que acrediten las virtudes heroicas del candidato y se envía a Roma. En la Santa Sede se estudia y, si la Congregación para las Causas de los Santos da el visto bueno, ese material se edita en forma de libro llamado Positio. Entonces, si el papa considera que la documentación prueba que el siervo de Dios llevó una vida ejemplar, lo nombra venerable.
  • 3) Beato. El siguiente paso en el proceso de canonización es la beatificación. Para ello es necesario que se haya producido un milagro debido a la intercesión del santo y que se pueda demostrar. En este momento entran en escena los peritos médicos y los teólogos que han de certificar que la curación (naturaleza de la mayoría de milagros) excede las explicaciones científicas. En el caso de ser un mártir no es necesario un milagro para ser nombrado beato. Una vez nombrado, solo puede ser venerado en iglesias de su diócesis.
  • 4) Santo. Para la canonización de un aspirante a la santidad es preciso un segundo milagro ocurrido con posterioridad a la certificación del primero. Este es uno de los motivos por los que el proceso puede alargarse durante años. Una vez realizado, hay que comprobar, como en la fase de beatificación, que se trata de una sanación por intercesión del aspirante a santo y que no puede explicarse a través de la ciencia. Si el resultado es positivo, el santo padre oficiará una liturgia en la que lo nombrará santo y podrá rendírsele culto público y universal a esa persona.