Miguel Taboada Tabuenca, con 44 años de edad y natural de Zaragoza, es un misionero javeriano. Proveniente de familia numerosa, desde pequeño aprendió que rezar es tan importante como comer o dormir. Así se fraguó una amistad con Jesús que más tarde le llevó a elegir ser misionero sin fronteras. En 2006, fue ordenado sacerdote en su iglesia de origen y enviado a Brasil, donde transcurrió diez años en los estados de São Paulo, Paraná, Minas Gerais y Amazonia. Conoció de cerca algunos proyectos acompañados por Manos Unidas, como el de Atalaia, Brasil (formación para pueblos indígenas del Alto Solimoes) o el de salud en Abobo, Etiopía, donde actualmente trabaja su hermana María. Miguel vive ahora en Murcia, donde colabora con su comunidad en el Servicio Conjunto de Animación Misionera (SCAM), compartiendo su bonita experiencia con colegios y comunidades del país.

¿En qué consiste el Servicio Conjunto de Animación Misionera (SCAM)?

Somos un equipo de misioneros y misioneras de distintos institutos religiosos y laicos, que trabajamos unidos para impulsar el espíritu misionero de todos los bautizados. En nuestro blog hay más información al respecto: misionesscam.blogspot.com.

¿Qué es lo más bonito de ser misionero?

Ver cómo la gente se alegra con tu presencia, incluso mejora su salud, gracias a tu interés por ellas. Hay personas que realizan grandes esfuerzos para ofrecerte lo mejor de sí, sólo porque te consideran un enviado de Dios.

¿Y lo más desagradable?

Como somos peregrinos, nunca nos quedamos mucho tiempo en un mismo lugar, y nacen amistades y cariños que se truncan.

¿Por qué ha elegido este modo de vida?

Porque me parecía el más bonito y el que más felicidad me daría. Además, en una visión de fe, sentía que había sido elegido para esto.

¿Faltan misioneros?

Si consideramos que todo seguidor de Jesús es misionero, somos más de dos billones. El problema es que pocas personas se sienten protagonistas de la misión que Dios nos prepara cada día.

¿En qué proyectos ha trabajado a lo largo de su vida?

Mi familia religiosa apuesta por la animación de las comunidades para que todas sean protagonistas de un mundo mejor. Estuve en varias parroquias de Italia y Brasil intentando ser uno más, viviendo y aprendiendo con ellos a ser misionero.

¿Cuál le ha marcado más?

Sin duda, mi primera misión en Brasil: la periferia de São Paulo. Un pueblo sufrido y marginado que trabaja mucho por un salario miserable y aún tiene fuerzas para celebrar la vida en la iglesia. También disfruté mucho en el río Amazonas, conociendo las poblaciones indígenas. Sin saber su lengua, nuestra comunicación se basaba en la sonrisa.

¿Qué significa ser javeriano?

El nombre viene de San Francisco Javier, el gran misionero navarrico del siglo XVI. Su ejemplo nos motiva a anunciar la Buena Noticia con más pasión y alegría.

¿Cómo formó parte de la familia de Manos Unidas?

Desde pequeñico, mis padres nos llevaban a las cenas del hambre, que recuerdo con detalle. Siempre me impactó el hecho de que cada día murieran de hambre 20.000 personas. Cuando entré al seminario, me presentaron algunos voluntarios que trabajaron con Manos Unidas en Bangladesh. Al llegar a Brasil, conocí de primera mano algunos proyectos. Ahora me dedico a visitar colegios para decirles que Manos Unidas es de fiar, que pueden compartir a través de ella.

¿Cuál es la labor que desempeña esta ONG?

Manos Unidas quiere que todo el mundo viva dignamente, y consideramos que el derecho a la alimentación es el más importante. Desde la Iglesia católica apoyamos y compartimos alternativas de cambio para un mundo más justo. Nos comprometemos a cambiar nuestro estilo de vida para construir un mundo más solidario y sostenible.

¿Qué hace hoy en su día a día?

Desde que me levanto hasta que me acuesto, intento vivir en sintonía con Dios para dar lo mejor de mí mismo y poder ser un incentivador de una sociedad más humana. Desde las redes sociales hasta el voluntariado, desde las campañas misioneras hasta la oración diaria, pasando por el deporte y las amistades, en Murcia y donde me toque estar.

¿Qué tres cualidades hay que tener para ser misionero?

Paciencia, mucha paciencia y más paciencia.