Los bancos y las empresas, poco sospechosos de caer en el humanismo paternalista, conservan la relación en persona como la herramienta de comunicación más potente a su alcance. Aunque existen estudios en Estados Unidos que hablan de que menos del 20% de los trabajadores prefieren la comunicación cara a cara para cuestiones profesionales, y pese a que las empresas han reducido sus gastos en viajes y hoteles gracias a la videoconferencia y la mensajería, nadie ha sustituido la negociación en persona para los momentos más delicados.

«No se despide ni se contrata a nadie por mensaje, ni se establece el contacto decisivo con los nuevos socios a distancia. En ese sentido el cara a cara es como el periódico; aunque la mayor parte del tiempo lo leas por internet, nada sustituye la experiencia del papel», reflexiona el profesor de Fundesem Enrico Ahrens. «La gente quiere una persona al otro lado. Cuando empezaron a operar en España Bankinter y Línea Directa se dieron cuenta de que sin sede física no iban a captar clientes», argumenta Vanesa Miralles, del departamento de marketing de la escuela de negocios. Quizá esto significa que los directivos saben por intuición lo que han aprendido algunos investigadores de manera empírica: un trabajo publicado en el Journal of Experimental Social Psychology en marzo de este año ha descubierto que realizar una petición profesional a un desconocido es 34 veces más eficaz si se hace en persona que por correo electrónico. «La legitimidad de la propuesta se pierde en el email, pero encontramos que la comunicación no verbal en el rostro es lo que marcaba la diferencia en el receptor a la hora de comprobar la legitimidad de lo que le pedían y de aceptar la propuesta», aseguran los autores del trabajo Vanessa K. Bohns y Mahdi Roghanizad. Piénselo: ¿cuántas demandas de Change.org atiende usted al mes? ¿Y a cuántos captadores de ONGs?

Estamos en el borrador del capítulo de la historia que cuenta la irrupción de internet y es difícil hablar de hechos consolidados. Al experto valenciano en comunicación no verbal Javier Torregrosa le cuadra que la tecnología nos esté haciendo perder «musculatura» en las áreas cerebrales que controlan la emoción y que a la vez estemos ejercitando en exceso la parte cognitiva. García del Castillo, aunque cree que estamos en el «siglo de las apps» y que el uso de estos medios terminará siendo regulado «por la primera generación que sabrá educar a sus hijos en ella; los jóvenes de ahora», también recuerda lo saludable y positivo que es estar solo en ocasiones.